Seguro que intentarán sacarme los colores con este post, pero tengo motivos sobrados para escribirlo y expresar mis dudas y mis pensamientos contradictorios sobre el tema.
Por ir dejando las cosas claras: tengo dos hijas y he tenido perro, así que también tengo conocimiento del tema, supongo que en teoría sé “algo más” que quienes tienen perro pero no han tenido hijos. Al tener amigos y conocidos que no tienen hijos pero sí tienen perro observo que a ese “canis familiaris” lo quieren con locura, le procuran todos los cuidados, mimos y afectos posibles y sienten y padecen por “animal interpuesto”.
-“El día que se muera mi perrita –me dijo una vez una amiga- me moriré yo también”. Y le contesté que hay madres (y padres) a los que se les han muerto hijos y han seguido viviendo, con menos ganas y mucho dolor, pero que no se han muerto.
Dicen los expertos en psicología humano/perruna que es de lo más habitual que personas o parejas que no tienen hijos busquen en un animal el sustituto del pequeño ser humano al que no tienen acceso por los motivos que sean.
Puede ser, puede ser… Conozco a quien tiene un perrillo y lo trata como a un hijo –o incluso como ya quisieran muchos hijos que les tratasen sus propios padres-. Que se dirigen al “peludo” hablando con él como si fuera (realmente) su bebé o criaturita. Que le dicen cosas como: -“Ya ha venido mamá de la calle y te ha traído jamón de york del rico”, refiriéndose a sí mismas como en una relación “madre/hijo”. Pues muy bien. O puede que no tan bien.
Todos tenemos carencias afectivas -yo, la primera-, y las llenamos como dios nos da a entender, como podemos o como malamente entendemos que sabemos hacerlo.
He parido dos hermosas hijas y acogí a un perro enfermo y mal atendido y cuando se murió mi perrillo lloré lo que no está escrito, pero… ¡era un perro, joder, era un perro! ¡Qué manía con comparar! ¿A qué viene esa declaración de intenciones –que casi siempre son personas sin hijos las que la expresan- tan drástica y descorazonadora de: “Prefiero antes a un perro que a un ser humano”? Porque son más honestos, más fieles, dan cariño sin esperar nada a cambio (incierto: esperan la comida cotidiana y tres paseos al día y que la casa esté confortable y –si les dejas-, meterse en tu cama y comerse tu comida).
¿Que los perros son fleles animales de compañía y que siempre estarán a tu lado te ocurra lo que te ocurra? Incierto: que no te dé un jamacuco y tengas que ir a Urgencias. Que no te quedes en el paro, que no te deje tu pareja y no tengas con quién hablar o compartir sexo. En fin, todas esas situaciones que conforman la vida de los humanos y que están lejísimos de las posibilidades vitales de los perros.
Por cierto, que quiero mucho a mis perritos presentes y pasados a pesar del asco que me provoca tener que recoger por doquier sus cacas y soportar todo lo que hacen oliendo, chupando y comiendo las mil porquerías/tesoros innombrables que encuentran en calles y jardines.
Pero de ahí a convencerse a uno mismo de que un perro es “como un hijo”, es algo que jamás he podido aceptar y que me sigue chirriando cuando veo que alguien lo hace. Y del antropomorfismo ya hablaremos otro día…
Felices los felices.
LaAlquimista
Te invito a visitar mi página en Facebook.
https://www.facebook.com/apartirdelos50/
Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com