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Cecilia Casado

A partir de los 50

“Apatrullando la ciudad” incluso en Yucatán

De las ciudades dame sus mercados y sus cementerios, y si tengo que elegir prefiero el trajín de los vivos al reposo de los muertos, más que nada porque los camposantos suelen estar en las afueras y los mercados en el mismísimo cogollo citadino.

El mercado “Lucas de Gálvez” está en pleno centro de Mérida -capital de la península de Yucatán, en el golfo de México, se ponga como se ponga el Trump- a cuatro cuadras de la Plaza Grande, junto a las paradas de “camiones” –autobuses- que acercan cada día a miles de yucatecos a sus puestos de trabajo desde sus colonias –barrios- lejanos; no es inusual que se tiren horas yendo y viniendo para alcanzar su afán, vender su mercancía o ganar un salario semanal más que ajustado.

Paseo por las calles abarrotadas y me pierdo –es mi sino-, busco la sombra y hago fotos. A veces pego la hebra, pero no todos están por la labor de perder su tiempo con una “gringa” por muchas sonrisas que ofrezca. Porque aquí no soy española ni extranjera: simplemente una “gringa” por el color de mi piel y la altura de mis piernas; no son las mejores credenciales, las cosas como son, pero ya conozco el percal. Si me pueden vender algo, un abanico, un huipil industrial o una artesanía de algún país asiático, se acercan a mí en un inglés con acento maya que me espeluzna, pero que a la vez me hace sonreir.

Me tomo una horchata de arroz en un banco a la poca sombra de los pocos árboles que ha amnistiado el consistorio, lo más cerca posible de las paradas del wifi “Mérida Digital”, -aquí le dicen “GuaiFai”, en inglés- compro algo de fruta –sin pelar-, miro bien dónde pongo los pies para no resbalar y partirme la crisma y procuro no retar a nadie con mirada descarada.

Paseo sola, me muevo sola, me las apaño bien sola. A la fuerza ahorcan y el que no aprende es porque es muy obtuso.

Luego vuelvo a casa en un vehículo “VTC” y ordeno fotos y pensamientos, rebusco entre reflexiones y conclusiones y acabo comprendiendo que todos somos iguales. Pero algunos más iguales que otros, como siempre ocurre. Otros días vamos al centro comercial lleno de buenos autos su aparcamiento, con masas ingentes comprando productos estadounidenses en cantidades industriales; otro ambiente, sin luz ni color ni ná de ná.

Dos mundos que conviven si rozarse, como las líneas paralelas de los trenes que llegan todas a la misma estación sin importar que uno sea un mercancías lento y el otro de alta velocidad…

Felices los felices.

LaAlquimista

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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