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Cecilia Casado

A partir de los 50

Las vacaciones ideales

 Este curso 2011-2012 ha sido muy productivo para mí porque he aprendido muchas cosas y me siento satisfecha de ello. Bien es cierto que no he hecho “pira” ni un solo día –chica responsable soy- y me he dedicado a los deberes con ahínco e interés.

 Cada día, desde mediados de Septiembre a mediados de Junio he cumplido con mis obligaciones autoimpuestas y mis compromisos adquiridos. Me he levantado, sin necesidad de despertador, a las siete de la mañana, para encarar cada jornada con suficiente alegría. He escrito mi cuaderno de bitácora religiosamente de lunes a sábado, he paseado a mi perro tres veces al día –y con muchas propinas-, he hecho limpieza en casa –los lunes- y dentro de mí, cada día. He sudado la camiseta un par de horas cada día a base de patearme la ciudad a paso ligero, he cuidado mi cuerpo con una alimentación exenta de carne y alcohol (con las excepciones obligadas al uso, claro está). A la peluquería cada tres semanas y una cena y una comida cada siete días con los amigos. He ido al cine bastante y al teatro bastante menos –por aquello del presupuesto- y a conferencias muchas y exposiciones todas. El pintxo-pote también lo he practicado con gusto aunque no con asiduidad.

 En resumidas cuentas, he llevado una vida de lo más vulgar y corriente para los tiempos que corren teniendo en cuenta que soy una prejubilada de ingresos mileuristas. (¡Quién me ha visto y quién me ve!)

 Pero ahora llegan las vacaciones. Se cierran todos los chiringuitos y –como he sacado buenas notas y no tengo que examinarme en la repesca- puedo plantearme un veranito fetén, que me lo he ganado.

 Así que hago las maletas, le hago una revisión al coche, y pongo rumbo “a mi otro mar”, a mi “lugar favorito de descanso”. Allí no estoy obligada a pisar adoquines y respirar cemento. Allí puedo salir a la calle sin que el bolso vaya a juego con los zapatos, puedo estar entre árboles y pájaros muchos días sin saludar a nadie conocido. Sin teléfono ni televisión, con el coche encerrado en el garaje, si quiero comprar el pan tengo que andar durante diez minutos para llegar a la civilización. La playa, curiosamente, está más cerca. Y a ella iré –bien protegida del sol- a sentir el agua en mi cuerpo, la luz en mi corazón, el silencio del atardecer en mi espíritu.

 En mi otro mar hago todo lo contrario de lo que hago en mi pequeña ciudad. Es la compensación necesaria para conseguir el equilibrio que me permite seguir adelante con ilusión en esta carrera a ninguna parte que tantos a mi alrededor disputan y de la que yo, mal que bien, consigo apartarme de vez en cuando. Y desde el otro mar-y gracias a esos pequeños aeropuertos diseminados aquí y allá- daré un salto por dos pesetas a una gran urbe para empaparme de arte, belleza, cultura y jubilee.

 El curso acaba para todos de alguna manera. Es un guiño del calendario para quienes todavía vamos a clase o tenemos hijos en edad escolar, ya que esperamos a que llegue el mes de Junio para ponernos contentos, alegres, con cuerpo vacacional, con la emoción de estar dando un maravilloso giro a la vida, después de tanto trabajar, de tantos años sujetos a la noria, volver a ser estudiantes, aprendices, más jóvenes de espíritu que nunca…

 Lo que más deseo para todos los que pueden hacer vacaciones es que las realicen como yo hago, es decir:  tal y como deseo hacerlas y sin imposiciones de ningún tipo por parte de familiares o adláteres afectivos. Voy donde quiero y cuando quiero , sin ponerme más límite que la coherencia propia de una persona de mi edad. Viajo siempre con la compañía más deseada –mis hijas, mis amigas, ese hombre especial-, de forma que mi tiempo de ocio sale ya de casa con las maletas llenas de amor y buen rollito.

 A veces ser feliz es lo más sencillo del mundo si uno quiere verlo así.

¿Conseguís vosotros también las “vacaciones ideales”?

 En fin.

 LaAlquimista

 Por si alguien desea contactar:

Laalquimista99@hotmail.com

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Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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