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Cecilia Casado

A partir de los 50

“Carnet de voyage” Londres en seis días. (I)

 

Seis días, ni uno más ni uno menos, es la cifra perfecta, en mi opinión, para hacerse una somera idea de lo que es una gran ciudad. Por supuesto que también se puede hacer en menos tiempo, pero el precio a pagar es la prisa, el cansancio, el agobio. Ya lo digo siempre, la diferencia entre un turista y un viajero es que el primero va a “sota, caballo, rey” y el segundo va a su ritmo, sin horarios ni prisas…

Tampoco es lo mismo “la primera vez” que cuando ya se tiene cierta experiencia, como es mi caso (sigo hablando de Londres, eh), pero como mi hija deseaba fuertemente conocer lo que ella llama el epicentro del “arte”, allá que nos fuimos con un “plan de trabajo” mitad lúdico, mitad cultural. Por si alguien quiere apearse en esta primera estación de mi “Carnet de Voyage”, indicaré –honradamente- qué NO hemos visitado.

 No hemos asistido al cambio de la guardia ni entrado en el palacio de Buckingham, ni hemos hecho la cola de horas para entrar en la Torre de Londres ni ver las Joyas de la Corona. (Ramalazos republicanos tal vez). Hemos ignorado el Museo de Cera de Mme. Toussaud. Tampoco hemos subido a la noria del London Eye. (Que de lejos siempre estaba parada). Ni hemos pagado el Bus Turístico, ni paseado por el Támesis en una barcaza. Tan sólo con evitar estos planes nos hemos ahorrado la friolera de 140€ por persona (aprox.) Ah, y no hemos pisado un Mac Donalds…

 A cambio nos hemos alojado en un buen hotel de cuatro estrellas, reservado por Internet a menos de la mitad de su precio gracias a la posibilidad de Hoteles Top Secret de Last Minute. A veces se piensa que total, el hotel es para dormir y poco más y que con un “bed & breakfast” justito y con baño compartido basta, sin darse cuenta de que la diferencia de precio no es abismal, sino salvable por todo lo que obtienes a cambio. Creo que es un error de bulto porque después de doce horas subiendo y bajando, entrando y saliendo, si peinas canas, cuando vuelves “a casa” no tiene precio una habitación espaciosa, con mesa para comer, sillones para descansar, camas con colchones duros con canapé, un baño grande, moderno, con bañera y albornoz y zapatillas, el hervidor de agua con todo tipo de tés y cafés y las galletas y pastas adecuadas, fruta y agua mineral a discreción, todo tipo de prensa, Internet y todos esos pequeños detalles que las mujeres valoramos tanto en un hotel. Eso sin hablar del mini-bar que es un frigorífico donde hay una parte reservada “para uso del cliente”. Porque en las grandes ciudades hay comidas preparadas por doquier y es mucho mejor cenar tranquilamente en la habitación, escuchando música, con tus cervezas y caprichos, que en un restaurant caro tirando a carísimo y cansadas a más no poder. Un buen descanso hace que la siguiente jornada se emprenda con ilusión, alegría y el cuerpo serrano jacarandoso (máxime cuando el desayuno ha sido a tu gusto en la habitación) Además, yo creo firmemente que “lo barato siempre sale caro. (Ya contaré más adelante mi experiencia con RyanAir, que si bien costaron los billetes i/v 40€ el gasto de incomodidad, paciencia y mala milk contenida no tuvo precio)

 

 

¿Por dónde empezar, recién llegadas del aeropuerto, a la dignísima hora de las 2 de la tarde, cuando la ciudad bulle de animación? Se cree –y pienso que equivocadamente-que para conocer una ciudad hay que visitar sus monumentos más emblemáticos, los que suelen salir en las postales (que en otros tiempos se enviaban a casa para dejar constancia del viaje), cuando el auténtico pulso de la vida tan sólo puede aprehenderse observando a la gente en su, mayor o menor, ajetreado deambular. Las hormiguitas uniformadas en la City, las familias despreocupadas en los parques, los solitarios de ambos sexos en cualquier banco, los turistas viendo la vida desde detrás de un objetivo…

 

  

 

 

Nada mejor que una primera toma de contacto con el centro neurálgico de la ciudad, el equivalente de la Puerta del Sol en Madrid, la Plaza de Cataluña en Barcelona o les Champs Elysèes en Paris… un buen paseo desde Oxford Circus, con la inevitable parada en Liberty –una tienda de lujo donde lo mejor es el edificio y el diseño- bajando por Regent’s –la Gran Vía madrileña- para llegar a Picadilly Circus, una plaza que no tiene nada más que la fama, pero desde donde se desparraman los barrios emblemáticos que sí que hay que patear concienzudamente. Soho, con su inefable (y horrenda) Chinatown y sus famosos y lacados patos de plástico –ojo, no pical, no comel, kk de la vaka-, Leicester Square donde iremos a comprar entradas baratas en el quiosco que está en el medio de los jardines para un buen musical, Covent Garden con su regusto bohemio/kistch y sus artistas callejeros, la primera cerveza en cualquier pub lleno de gente…

 

Sí, creo que uno no se siente en Londres propiamente dicho hasta que no tiene entre sus manos una buena pinta en un pub de los de verdad. Sí, ya estamos en Londres, son las siete de la tarde y tenemos hambre. Problema habemus, porque aquí no hay gastronomía para disfrutar, aquí hay “aquí te pillo aquí te mato”, (los buenos restaurantes preferimos pagarlos en casa) pero faltaría más, hay que cumplir y en un pub de Covent Garden nos pedimos nuestro primer (y último) plato de fish & chips, que es algo así como el plato nacional, como nuestra tortilla de patatas –y es un decir. Pero lo que hay que hacer por amor, (a mi hija) se hace y punto. Ya es triste que en una isla haya que comer el pescado congelado, pero no he venido aquí a desentrañar la economía pesquera… La cerveza, exquisita.

 

De vuelta “a casa”, nos obsequiamos con un buen cacao caliente y un muffin –nuestras magdalenas- en la habitación del hotel (detalle apreciado) antes de caer literalmente exhaustas y agradeciendo el calorcito ambiental.

 

 

Anécdota del día.- El transporte en Londres no es que sea caro, es que es CARÍSIMO. Baste decir que un viaje sencillo en metro cuesta 4,20pounds, que vienen a ser como 5,50€. La tarjeta “Oyster” te permite viajar libremente por las zonas más céntricas (1 y 2) por un precio semanal de 35 Libras, es decir, casi 50€. ¡Casi nada, eh! La cara que puso mi hija cuando vio que su madre soltaba 100€ nada más entrar en la primera estación de metro, fue de película. “Ama, se han tenido que equivocar, ¡no es posible…!” Y no es que mi hija no esté “viajada” –que lo está- es que el transporte es muy caro porque funciona ¡de maravilla! Metros y autobuses conforman una tela de araña que llega hasta cualquier rincón, de hecho, hay paradas de autobús cada cincuenta metros, si no quieres no vas andando a ningún lado, con el consiguiente ahorro de energía y suelas.

La opción a coger un Bus Turístico –nada desdeñable- pero que cuesta la friolera de 35€ un día, se suple perfectamente con los autobuses urbanos. Nos recorrimos Londres de punta a punta y en sentido circular a base de autobús –en el piso de arriba, en primera fila- con la tarjeta Oyster que acabó amortizada e incluso desgastada. (Cuando la devuelves te reembolsan 5 libras que es lo que cuesta el plástico)

 

El museo del día.- “La Nacional Portrait Gallery”.

¡Qué regalo descubrir que los jueves (y viernes) los museos públicos están abiertos hasta las 9 de la noche! ¡Y con entrada gratuita! “The late shift tour” es una experiencia diferente para explorar este hermoso museo. “Draw The line” by Marion Deuchars, nos acoge con un DJ en la primera planta, pinchando música indie a tope y con un bar donde ofrecen copas a precio decente. ¡Qué lujazo recorrer las salas con una buena copa (de cristal, no de plástico) de Chablis en la mano, -y olvidar el sabor del fish de la cena-¡ Ofrecen un cuaderno de dibujo y un lápiz Staedtler Noris 2B0. Lecciones sencillas de dibujo que mi hija ejecuta con la mano izquierda mientras yo le sujeto la copa y seguimos el ritmo de la música…

 LaAlquimista

 Fotos: C.Casado

 Por si alguien desea contactar:

Laalquimista99@hotmail.com

 

 

 

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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