“La mirada del otro”.-
Por mucho que nos dediquemos a proclamar que “no nos importa lo que piensen los demás de nosotros”, eso es falso. Falso como tantas cosas “fakes” que nos rodean ahora mismo. En el puñado de lustros que llevo encima no he conocido jamás a una persona que no fuera sensible al reconocimiento ajeno y no digamos ya al desprecio del prójimo.
Necesitamos sentirnos queridos, apreciados, que nuestro trabajo se considere en su justo valor, que no nos traten como si fuéramos mindundis objeto de indiferencia o, lo que es peor, de burla y escarnio.
En palabras sencillas: necesitamos saber que somos importantes por lo menos para alguien. Familia, amigos, colegas o seguidores en las redes sociales. Lo que sea con tal de no caer en las fauces de esa depresión que acecha escondida en la falta de interés ajeno.
En cuanto me he puesto a ello –a escudriñar a todo aquel que está en mi órbita personal- me han saltado todas las alarmas a la vez.
¡Cuánto cariño he querido ver donde no había más que superficial amabilidad! ¡Cuánta confianza he llegado a sentir allá donde tan solo me brindaban unas palabras correctas! ¡Qué desilusión inevitable al comprobar que no soy tan “importante” para algunas personas como yo creía o necesitaba!
Todo esto está ahí, dentro de mí, al alcance de la mano, a tiro de la reflexión más sencilla… No hace falta más que mirar y aprender a ver. Porque nada se nos oculta, las pistas que recibimos sobre lo que opinan o sienten los demás hacia nosotros son clarísimas.
Los hermanos que no comparten ni alegrías ni penas, los “amigos” que entienden la “amistad” a su conveniencia y nunca están ahí cuando más se les necesita. Los hijos –ay, los hijos adultos- que no respetan a sus propios padres ancianos a los que consideran un “estorbo” en todos los sentidos.
Y en medio de todos, uno mismo. Yo misma creyéndome el “ombligo del mundo” y sintiendo que todo me es debido y que tengo derecho a exigir, a pedir, a reclamar…lo que sea que necesite en cada momento para sentirme bien y en paz.
“Los otros” ciertamente no nos miran por lo que somos, sino por lo que ellos creen que valemos. Así se cierra el círculo del egoísmo y el desamor. Nadie da nada a cambio de nada.
Y bien está así, para que aprendamos de una vez.
Felices los felices.
*Pensamientos en una tarde ventosa, caminando por la orilla del mar y mirando picotear a las gaviotas buscando en la arena lo mismo que yo busco en mi corazón.
LaAlquimista
Te invito a visitar mi página en Facebook.
https://www.facebook.com/apartirdelos50/
Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com