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Cecilia Casado

A partir de los 50

Nosotros les hemos enseñado a beber

Cuando se llega a cierta edad uno de los errores más comunes es creer que  “se está de vuelta de todo”, que ya se ha recorrido lo más abrupto del camino y que uno se las sabe todas, que conoce lo que hay que conocer y se tiene el derecho a juzgar lo que haya que juzgar. Pues no, craso error. Los usos sociales cambian a un ritmo vertiginoso y somos incapaces –nadie es capaz, ni siquiera los sociólogos ni los más enterados- de gestionar adecuadamente lo que se nos viene encima.

Este prolegómeno viene al caso de cuando hablaba con gente de mi edad con hijos entre quince y treinta años del uso del alcohol por parte de la juventud. Solía pecar de sincera y casi siempre resultaba que mis hijas eran las únicas bebedoras sociales o de fin de semana. Escuchaba con demasiada frecuencia la frase: “pues mi hijo no bebe; ni fuma.” Ah, pensaba, qué suerte tienen algunos…

¿Por qué beben nuestros hijos? La respuesta más simple es porque nos han visto beber a los padres. Poco o mucho, la ingesta de alcohol está presente en todas las celebraciones familiares, amistosas y de compromiso. El alcohol es barato, baratísimo (en comparación con otros países) y está al alcance de cualquiera con un DNI suficiente. Ellos, nuestros hijos, los que ahora ya no son tan jóvenes, nos han visto con una copa en la mano desde que tienen memoria porque estamos brindando en todas las fotos; excepciones las hay, por supuesto, pero poco cuentan.

Yo les pregunto, a esos jóvenes a los que tengo acceso, cuál es el motivo de su exagerada e imprudente ingesta de alcohol. Esas botellas de vodka, ginebra, whisky y ron que cuestan lo mismo que un bocata… ¿qué veneno contienen? ¿No les importa acaso meterse entre pecho y espalda química pura y dura de a cinco euros el litro?
Las respuestas son variadas e insuficientes: porque lo hace todo el mundo, porque ¿qué otra cosa van a hacer para divertirse?, ¿preferirías que nos metiéramos algo más fuerte? o ¿qué hacías tú a nuestra edad…?

A su edad yo…nosotros…estábamos igual de desorientados, confusos, dolidos e insatisfechos de la vida que atisbábamos se nos presentaba por delante. Creíamos que nuestros mayores nos habían dejado un mundo tocado del ala, dañado en sus cimientos, sin inquietudes, y que íbamos a tener que dejarnos la piel en levantarlo. Y es cierto que nos hemos dejado la piel. En los últimos treinta años hemos convertido un proyecto vital único en un fracaso vital colectivo. Y nuestros hijos nos miran con el rabillo del ojo conscientes de que no podemos echarles ya nada más en cara; que la responsabilidad también es nuestra. Hemos construido un mundo fallido y se lo dejamos en herencia, a veces, incluso con hipoteca de por medio.

Así que van y se toman sus copas tan tranquilos. O no.

LaAlquimista

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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