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Cecilia Casado

A partir de los 50

“Carnet de voyage” Londres en seis días. (IV)

 

Después del sábado en Portobello Road, el domingo vamos todos los turistas a Candem Town; es impepinable. Hasta hemos saludado a unos conocidos de la tierra a los que ya encontramos ayer en Notting Hill. Me siento más que nunca parte de un rebaño al que me he unido por amor (a mi hija) y que me hace repetir los lugares para mostrarlos y compartirlos con quien me acompaña. Ya me pasó con Paris en su día: cada vez que lo visitaba con alguien que nunca había estado, me sentía recidivante hasta el hastío.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Vuelvo así a fotografiar las mismas fachadas medio punkies medio gores y a sufrir los olores a fritanga asiática y las músicas insoportables del famoso “Cyberdog”. En fin. Si Paris bien valió una misa, Londres bien vale otra vuelta de tuerca.

 

 

 

Pero para quien no lo conozca, es divertido visitarlo. Como no podía ser de otra manera, todo gira alrededor del comercio: recuerdos, ropa, cachivaches que no sirven para nada, mucho capricho y miles de personas apretujándose en las antiguas caballerizas reconvertidas en gran supermarket.

 

 

En Candem Town también podrás comer de todo en cualquiera de los puestecillos que cocinan a la vista del público. Como fuimos muy pronto (a las 10.00 a.m. ya estábamos allí) pudimos observar la manufactura de la comida: impecable y estimulante para la vista y el olfato. Había que saltarse el puesto “español” donde cocinaban unas enormes paellas con verduras congeladas y que por su colorido eran  muy demandadas (curiosamente, por españoles, como si se nos hubiera atrofiado el gusto al salir de casa…) Después de la ingesta de unos correctísimos nooddles con verdura fresca y un trozo de pierna de cerdo asada allí mismo y rematando la comida con un auténtico brownie, nos dirigimos –via fluvial- hacia nuestro siguiente destino.

 

 En mi opinión lo más bonito es el barrio mismo con su canal fuera del tiempo y la posibilidad de volver (o ir) por la orilla caminando o en un pequeño barco hasta Little Venice, pasando por el Zoo, en un paseo de casi una hora que se demora silencioso y agradable entre árboles y casas con su jardín al canal. Si vas en metro, tendrás dificultad para volver porque es tanta la afluencia de gente que cierran las estaciones y te derivan a otras más lejanas, por eso, aunque cueste algo caro (7,30 libras) vale la pena regalarse el descanso después de la algarabía.

 

Inevitable Hyde Park de los domingos por la tarde para asistir a otro de los inefables espectáculos dominicales londinenses: el “Speaker’s Corner” donde, cualquiera que tenga algo que decir puede hacerlo adquiriendo tal derecho tan sólo con subirse a un banquito, una pequeña escalera que haga que se le vea y escuche por encima del resto de la gente.

 

Casi siempre son “inspirados” o “iluminados” religiosos los que allí hablan: musulmanes, testigos de Jehová y predicadores en general que conminan al público a arrepentirse de sus muchísimos pecados y caer en brazos de la única fe auténtica y salvadora. (La que toque en cada grupito). También hay personas (sólo he visto a hombres en mis diversas visitas a Londres, me pregunto ahora si estará vedada esa palestra a las mujeres) que arengan al personal en contra de los políticos mundiales, propugnan una revolución pacífica y con las manos abiertas o protestan por alguna injusticia ecuménica o individual que hayan podido sufrir.

 

 

 

 

 

Después del alboroto, el paseo hasta The Serpentine, un lago igual que todos, con sus barquitas para remar y sus familias haciendo picnic en la hierba, hace que la tarde se ralentice. El sol resiste el embate de las nubes empujadas por el viento y luce en su esplendor: es el momento de una buena siesta relajante para seguir pateando la ciudad, que nos lleva por la zona de los parques y sus habitantes del reino animal.

 

 

 

 ¿Quién no ha oído hablar de las famosas ardillas de Saint James Park? Y cisnes y patos y cuervos, conviviendo pacíficamente con la gente que les da de comer y juguetea con ellos. Una escena mitad bucólica mitad urbanita que envuelve las horas vespertinas en un agradable tejido aterciopelado. Hay bastante poco ruido en el parque, la gente no viene aquí a armar bulla, los grupos de jóvenes hacen su merienda en la hierba y si llevan alcohol, lo hacen bien escondido puesto que está estrictamente prohibida su ingesta en lugares públicos de esparcimiento común.

 

En las mismísimas puertas del Palacio de Buckingham, tampoco vemos guardias, ni policía patrullando o vigilando el cumplimiento de las normas de convivencia-tan sólo los del gorro negro que sólo sirven para decorar-: quiero pensar que es porque son lo suficientemente civilizados y no hace falta la represión psicológica de la presencia de la autoridad. Es algo que me llama poderosamente la atención en Londres, la civilidad en las calles, en los espacios públicos, la ausencia de alboroto, la limpieza y cuidado que ponen los ciudadanos (en general) en no ensuciar el entorno y, sobre todo, la prisa silenciosa que les hace ir de aquí para allá…hablando por el móvil en voz baja y no como aquí que hay algunos que podrían prescindir de la tecnología y simplemente llamar a casa a puro grito pelado.

 Hoy no hay visita a ningún museo. Es domingo, hace sol y nos apetece muchísimo más quedarnos todo el día al aire libre. Así que sacrificamos la visita a la Tate Britain. ¡Qué le vamos a hacer!

 

Anécdota del día.-  Todos hemos visto alguna vez un “youtube” con un grupito de gente ofreciendo abrazos gratis en sendos carteles colgados del cuello… pero esta era la primera vez que nos los encontramos in situ, en Trafalgar Square, una docena de chicos y chicas de veintitantos con los brazos abiertos y las sonrisas enormes. Curiosamente, la gente era MUY reticente a brindarse a compartir su energía con los voluntarios generosos que se ofrecían indiscriminadamente. Ni que decir tiene que mi hija y yo nos pusimos las botas de abrazar y ser abrazadas. Entre risas cómplices, conseguimos regalarnos y que nos regalaran energía renovada y pura para recargar las pilas durante unas cuantas horas. Fue estupendo, de verdad.

 

En fin.

 

LaAlquimista

 Fotos: C.Casado

Por si alguien desea contactar:

Laalquimista99@hotmail.com

 

 

 

 

 

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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