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Cecilia Casado

A partir de los 50

Pasear ciudades a corazón abierto

Los franceses tienen palabras únicas y preciosas para explicar conceptos, modos, sensaciones. El verbo ‘flâner’ es una de ellas; significa vagar sin rumbo, pasear sin prisa, deambular placenteramente por un paraje o ciudad.

Las guías turísticas impelen a ir corriendo de un lado a otro para llenar de fotografías el álbum del teléfono móvil. -“Qué ver en dos días. Qué hacer en veinticuatro horas”.

Dislate, desperdicio vital. No disponer de tiempo para perderse por calles desconocidas, atentos al descubrimiento inesperado; un rincón impensable, un personaje inefable, una sorpresa que hace cosquillas por dentro.

Descubrí hace años que no me hacía falta ir hasta Paris –que también- para sentirme una ‘flâneuse’ de pleno derecho. Comprobé que me era suficiente agarrar las ganas, soltar las prisas y lanzarme al (re)descubrimiento de mi hermosa ciudad; alejarme del itinerario rutinario, doblar la esquina en vez de seguir recto, enfilar la calle tranquila en vez de la avenida agitada, dirigiendo los pasos -en sentido opuesto al humo de los coches- hacia el imán verde, bajo la sombra viva, alzando los ojos hacia los árboles de los parques que nos amparan y cobijan, sosegados en otoño, pujantes en primavera: siempre vivos.

Mirar hacia arriba, -también- al pétreo bosque de torreones, templetes, agujas, balconadas, cornisas, arquitectura ofrecida en todo su esplendor a los ojos de quien sepa valorar. Seguir el curso del río, -que siempre lleva al mar-; contar las gaviotas y equivocarme y volver a empezar, leer las leyendas grabadas en los bancos, acariciar la piedra templada por el solecito de media tarde…

Saltar del adoquín a la arena húmeda de la playa, jugar a que no te pille la ola de la marea que sube, detenerse, respirar, vaciar la mente, tan solo sentir.

Y cuando el embrujo aprieta un poco más arriba del estómago decirse –en voz baja, pero pronunciando las palabras- que todo está en orden, en paz en el interior, que la felicidad es un trocito de esto o algo parecido, justo el instante en que se siente y nada más. Que no es poco.

Felices los felices. 

LaAlquimista

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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