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Cecilia Casado

A partir de los 50

Al final…el amor

 

He vuelto a ver “Tierras de penumbra”, la excelsa película de Richard Atenborough basada en la obra de C.S.Lewis. La veo más o menos una vez al año, cuando tengo el espíritu proclive a reafirmarme en que, por encima de todo egoísmo, más allá de la propia no-consciencia, está siempre el amor. Ya sé que hay una escena, casi al final, en que voy a llorar. Y no me importa. Llorar junto a Anthony Hopkins trasciende el acto del llanto en sí, del que brotan lágrimas de amor aunque el director nos quiera hacer creer que son lágrimas de dolor.

Cuenta la historia de un señor maduro que se enamora. Un hombre triunfador en su ambiente académico, respetado y encumbrado en su pequeña parcela de fama. Un hombre que lo tiene todo controlado a su alrededor para que la vida no le moleste con sobresaltos inoportunos. Rutinario –protegido en la rutina-, algo espartano y dedicado a pensamientos y reflexiones que no se salen apenas de lo intelectual, está convencido de que su vida transcurre por el camino de la felicidad. De hecho, él mismo se cree un adalid de la felicidad y para ello utiliza uno de los soportes más universales que el hombre ha inventado: creer en un Dios.

 

Es la vida de un hombre que representa a todos los hombres (sobre a todo a los del género masculino) que, teniendo cubiertas sus necesidades afectivas –convive con su propio hermano- y la intendencia casera –con la correspondiente ama de llaves-, dedica su esfuerzo vital a no desplazar su ego ni un milímetro de lo que él considera su lugar en esta tierra.

 

Como no podía ser de otra manera, el cataclismo ocurre cuando da pie a que entre por la puerta de su vida la fuerza más poderosa existente aparte de cualquiera de las de la naturaleza: el amor.

Es un amor que nace primero de la simpatía, de la afinidad. Que se desliza enseguida por el cauce de la sorpresa y la admiración para desembocar en el dulce valle del respeto. No hay pasión, no hay besos ni escenas de cama, no son necesarias. El sentimiento va adueñándose del buen hombre hasta que le hace sentirse “amigo” de la mujer. Sí, se convierten en amigos, en compañeros del alma gracias a la sensibilidad común a ambos. Recorren parte del camino entretejiendo una fina trama de acuerdos tácitos, de gustos compartidos, de conversaciones profundas sobre lo que a ambos les preocupa de la vida.

Y al final…el amor. Un amor mucho más intenso que el que pueda derivarse de cualquier pasión flamígera de las que –tarde o temprano- acaban consumiéndose en su propia hoguera. Un amor mucho más creíble que el amor/interés de formar una familia y perpetuarse en los hijos. Un amor mucho más sencillo que el que persigue bienes materiales, éxitos sociales o cumplir metas que nos impusieron educacionalmente. 

Un amor que no es más que eso: AMOR.

Y, como estaba previsto, después de llorar en el sofá, he soñado esta noche en la cama con un amor así. Que sé que no puedo decir que es un “amor de película” porque, afortunadamente está basada la historia en hechos reales.

Todavía queda una esperanza.

*El dolor de ahora es parte de la felicidad de entonces. Ese es el trato, 

En fin.

 LaAlquimista

 Por si alguien desea contactar:

Laalquimista99@hotmail.com

 

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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