Hubo un tiempo en que la gente de la meseta se acercaba a nuestra ciudad a pasar el verano para poder “dormir con manta”. Ha llegado el tiempo en el que las masas de calor africanas nos visitan cuando quieren –y no va con segundas- y, como no podía ser de otra manera, nos pillan desprevenidos. Porque ¿qué hacer cuando el termómetro supera los treinta grados en una ciudad en donde no hay casi ninguna vivienda con aire acondicionado?
Esa es la cuestión precisamente, que queremos continuar con nuestra vida normal contra viento y marea –en este caso contra calores tórridos y aires malsanos- como si no fuera más que un pequeño inconveniente que pasará en cuarenta y ocho horas y, cabezotas nosotros, plantaremos cara a lo que venga aunque unos cuantos caigan en el intento.
Y mira que avisan: que va a hacer muchísimo calor, que ojo con la tensión, que mejor tomar precauciones. Pues nada, todos a la playa que es donde más da el sol con la excusa de meterse en el agua que se pondrá como sopicaldo y eso sin contar con la densidad de bañadores por metro cúbico…
Los que tenemos más de cincuenta o andamos ya escaldados de la vida, sabemos perfectamente que “lo mejor del sol es la sombra” y hoy no nos va a pillar el calor haciendo vida normal. Trabajar habrá que trabajar –y que no falte- pero no es un día hoy para seguir con la rutina cotidiana como si no pasara nada. Hay que saber adecuarse a las circunstancias y, como ahora mismo que escribo, que son las siete de la mañana, hace fresquito dentro de un orden y es el momento para poner la casa “en corriente” y que se ventile. Luego, cerrarla a cal y canto y aguantar. Porque parece que en la vida no estamos preparados para eso, para aguantar, que cada vez que ocurre algo que disturbia nuestro devenir tenemos que plantarle cara y “tirar pa’lante” como si no ocurriera nada. Y eso no es así, no debería ser así.
Nadie nos dijo que la vida sería un camino de rosas, más bien nos avisaron del valle de lágrimas, y es esa una lección que muchos no terminamos de aprender. ¿Qué hacen los habitantes del norte de Canadá cuando el hielo y la nieve se enseñorea de sus ciudades? Se han fabricado una red subterránea para desplazarse y no quedarse congelados. ¿Y los sevillanos cuando aprieta el calor del mediodía? Encerrados a cubierto hasta que comienza a remitir, por pura lógica.
Cuando la vida aprieta –con sus extremos de calor o de frío- hay que pararse a pensar; pensar sobre lo que más nos conviene hacer en ese momento en que las circunstancias están cambiando. No podemos seguir como si no ocurriera nada, no debemos continuar como un animal con orejeras que no ve más que lo que tiene delante… porque no somos de ese tipo de animales.
Hoy puede ser el día perfecto para gastar la menor cantidad de energía posible, como en los amores imposibles, y esperar a que pasen las horas y el golpe de calor sin que nos arrastre en el intento de…hacer como si no pasara nada. Porque con un abanico no basta.
En fin.
LaAlquimista
Por si alguien desea contactar:
“Mujer con abanico” Amedeo Modigliani