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Cecilia Casado

A partir de los 50

“Carnet de voyage” Huelva o la amistad

 

Cumplida la primera misión a efectuar en Sevilla -acomodar a mi hija en el piso que la acogerá durante el próximo curso y confirmar la matrícula en la Universidad- todavía nos ha quedado tiempo para compartir con los buenos amigos sevillanos y explorar por nuestra cuenta la ciudad; bien podemos ahora regalarnos un par de días de descanso en la vecina Onuba y sus playas, donde nos espera nuestro buen amigo Alfredo con su casa abierta de par en par. Esta hospitalidad andaluza, este acogimiento con alfombra roja nos devuelve -por lo menos a mí- la confianza en el ser humano, aunque tengo que matizar que la hospitalidad de mis amigos, de cualquier parte del mapa, siempre ha sido extraordinaria.

Huelva es ciudad antigua en su historia, pero moderna en su estructura; poco recuerda en ella el pasado que es presente en la vecina Sevilla. Vivir al lado del mar da al carácter una impronta más “salerosa” -y no sólo por el salitre de algas y las marismas. Llegamos a la ciudad con el sol ya muy bajo y con hambre. Y qué mejor que un festín a base de gambas blancas y langostinos a la sal, chirlas en salsa y un buen choco cocinado con el grado justo de aceite y la pizca de harina fina que lo convierten en un manjar. Nos dejamos llevar a Aljaraque, un pueblecito pinturero y pintoresco que celebra su fiesta medieval. El restaurante “La Plazuela”, donde nos lleva nuestro anfitrión, se sitúa a la altura de los mejores que podamos conocer por el País Vasco. Con razón tiene sus paredes adornadas de fotos de gente ilustre que ha comido allí. (Aunque ver las fotos de ciertos políticos me da cierto yuyu. En el fondo, soy más de tasca típica, pero los honores nos los han hecho perfectamente). Como curiosidad, el camarero “canta” los postres; al terminar, le aplaudimos porque se lo mereció.

 

De vuelta a la capital, cansados de reir y de pelar gambas, nada mejor que un buen gintonic (de Citadelle, qué lujazo) en una terracita a la fresca de la noche y ponernos al día de los matices que no hemos compartido en el último año; porque hay cosas que no se pueden contar bien ni por teléfono ni por e-mail y los amigos bien nos merecemos un “tête à tête” de vez en cuando. Sí, he dicho “la fresca” de la noche, porque en Huelva hay humedad a mansalva y eso hace que la temperatura descienda considerablemente por las noches. Así que nos sentimos como en casa cubriendo nuestros hombros con la “chaquetita” que toda vasca que se precie lleva siempre en su equipaje.

El día siguiente amanece radiante y se impone una incursión a la playa de Punta Umbría. Playas “diferentes” a las nuestras, con un punto de salvajismo puesto que están todas bordeadas de dunas. La arena cuajada de conchas marinas que, como niñas, recogemos en profusión. El agua a una temperatura deliciosa; las olas en su punto y llenas de surferos. Aquí no hay cabinas colectivas ni servicios municipales, pero sí los famosos chiringuitos desde donde puedes seguir la jugada sin cocerte al sol. El “Camarón” es el lugar elegido para degustar una  ensalada y una deliciosa corvina antes de volver a bajar a la playa, a nuestros aposentos bajo la sombrilla y hacer lo que el cuerpo demanda: una buena siesta a la sombra venturosa (de viento).

Después del ajetreo sevillano, nos sentimos en la pura gloria. Llevábamos sin ver el mar varios días y eso…!se nota!. Nos demoramos en la playa durante muchas horas, ya con más amigos de nuestro amigo y con conversación divertida al principio y algo más enjundiosa cuando tomamos confianza. Nos reímos muchísimo; aquí la gente si no se ríe…se asfixia. !Cuánto tenemos por aprender todavía!

La cena, fresca de ensaladas y cerveza, nos invita a hacer planes para el día siguiente. Pero ésa es otra historia…

Un último apunte sobre la tranquilidad revestida de lujo de sentirnos como en casa, dueñas y señoras de la hospitalidad amigable, envueltas en cariño y atenciones. Porque una amistad bien llevada en el tiempo, compartiendo las vivencias importantes y haciendo partícipe al otro de los cambios vitales y emocionales, une tanto como la sangre que corre por las venas…

(Mientras tanto, la vida sigue en Donostia, que se viste de “tiros largos” para recibir a artistas y directores de cine que visitan la ciudad como parte de su trabajo; no están de vacaciones. Las buenas gentes del lugar abren la boca haciendo “oh, ah” mientras tuercen el cuello para sacar fotos con el móvil; otros, les verán de cerca gracias a sus “pases de favor” pedidos a los amiguetes. Igual de paletos unos que otros…)

En fin

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

laalquimista99@hotmail.com

Fotos: C.Casado

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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