Los rapapolvos no me gustan nada y el otro día me llevé uno bien gordo (a mis años!) por fijarme en los detalles negativos. Bueno, pues hoy va de ‘detalles positivos’.

Cuando viajo no es lo que más me gusta sacar fotos; estoy convencida de que mi retina y mi cerebro son más que suficientes para guardar las vivencias, los olores, las sensaciones que provoca en mí lo inhabitual, lo sorprendente, lo desconocido, pero mis hijas me regalaron una nueva cámara en mi último cumpleaños y había que estrenarla.

Robar instantáneas a las personas es muy difícil –y algo arriesgado según en qué culturas- pero con el zoom se soluciona fácil la cuestión.

La pareja de la foto iba de la mano. Me llamó la atención, no su indumentaria –que también-, sino el hecho de que no se soltaran en ningún momento. Estaba yo descansando en un banco, rodeada de gente (turistas) y ellos entraron por la esquina sur de la plaza. De la mano. Cuando él decidió sacar una foto ella liberó su mano pero le sostuvo agarrándole de la cintura, luego volvieron a enlazar sus manos. Se sentaron enfrente de donde yo estaba y sacaron un plano de la ciudad para consultarlo; juntos, muy juntos. De la mochila salieron después unos bocadillos que comieron juntos, muy juntos. (Yo aproveché para comer el mío). Después se levantaron y siguieron su camino; de la mano.

Parecerá una tontería. Pero no lo es.

En fin.

LaAlquimista

Foto: C.Casado