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Cecilia Casado

A partir de los 50

La Navidad no tiene ningún sentido

 

La Navidad no debería tener ningún sentido para las personas que no se sienten cristianas ni practican la religión que se creó alrededor de la figura de Jesucristo, cuyo “cumpleaños” celebra el orbe cristiano el veinticinco de Diciembre. La Navidad debería ser igual que la celebración del Año Nuevo Chino: sólo para los chinos. O que el Yom Kipur –el día de la Expiación- de obligado cumplimiento y celebración para los judíos.

Pero aquí se apunta a celebrar la Navidad -con igual entusiasmo aparente- tanto el católico practicante como el ateo recalcitrante, pasando por todo el abanico de posibilidades de implicación religiosa, así como quienes se sustentan en la “fe del carbonero” o los que se colocan la etiqueta de agnósticos. Tanto da, lo importante es hacer el paripé y punto. Por lo menos los Testigos de Jehová son más coherentes en sus planteamientos: no hay navidad que valga para ellos, aunque claro, no vamos a poner a una secta como ejemplo de coherencia ¿verdad?

 A mí me parece bien que las personas religiosas secunden las celebraciones y liturgias que les marca su religión, al igual que entiendo como coherente que un afiliado a un partido político actúe según las consignas que le marcan y que libremente ha aceptado. Pero lo que me parece ridículo hasta decir basta es que, habiéndose perdido o dejado de lado el sentido religioso, se siga celebrando universalmente una fiesta cuyo origen es precisamente religioso. Y que, para colmo, sean en su mayoría personas que han abandonado la práctica de la religión las que más lo celebren.

 

No puedo dejar de preguntarme –y de preguntar a los demás- cuál es el motivo de montar un Belén, Pesebre o Nacimiento que conmemora el nacimiento de alguien a quien ya no se venera, ni se sigue, ni se respeta. No me deja indiferente “el sentido navideño” de quienes no practican la religión cristiana, ni van a misa, ni cumplen los preceptos marcados por la Iglesia Católica. Me parece tan absurdo como si celebráramos con fastos y dispendios el nacimiento de Marx o de Buda –por poner dos ejemplos no del todo cercanos (ni lejanos).

 Que me digan que son vacaciones porque sí, porque toca, lo acepto y lo celebro yo también. Que me digan que disfrutamos todos con el cambio de año y brindando y comiendo y saltando y echando cohetes, pues también. Incluso que haya ganas de disfrutar gastando un estipendio extra (quien lo tenga, que yo no), tampoco es motivo baladí.

 Pero que una fiesta de fundamento, origen y raigambre religiosa se celebre sin sentimiento religioso, me parece una patochada. Sinceramente. Máxime cuando encima nos dejamos bombardear por esos mensajes exentos de pudor y de vergüenza en los que se conmina al personal a “quererse más” en esas fechas y se invita a practicar toda una serie de valores morales como la generosidad, la concordia, el respeto y el amor al prójimo simplemente porque son las fechas adecuadas a ello. Y lo más terrible es que cuela; que el común de los mortales siente en su interior que sí, que es Navidad y tiene que ser un poquito mejor persona durante un par de semanas mientras se mete azúcar y grasa en vena o se emborracha en familia con alcohol del barato.

Igual lo que haría falta es que fuéramos (todos) más coherentes con nuestro propio e íntimo discurso y no nos diera ni vergüenza ni “corte” reconocer públicamente que toda la parafernalia que se monta alrededor de una religión que nos es ajena, lejana e incómoda, nos trae al pairo. Y con un poco menos de hipocresía. Que ahora vendrán todavía a hablar de “sentido de la Navidad” esos que no se pueden ni ver durante el año y que se sentarán a la misma mesa a comer y a beber en demasía para luego soltar (en demasía también) el veneno acumulado durante todo el año y que, curiosamente, tantos guardan para cuando llegan estas fechas para compartirlo con sus familiares.

 Personalmente la Navidad como tal no tiene ningún sentido y me niego a dárselo. De hecho, hace ya muchos años que regalé el árbol (de mentiras) y las bolas y los colgajos. En casa no somos ni creyentes ni costumbristas y si bien hacemos la celebración que merece el hecho de juntarnos mis hijas y yo, tal y como hacemos en cualquier mes del calendario, el resto nos es completamente ajeno. Nos ahorramos molestias, cansancio y dinero. Y no practicamos la hipocresía bajo ninguna de sus formas, a saber: sentar a la mesa propia a quien nos es ajeno en el corazón ni acceder a comulgar con ruedas de molino.

 

Y para quienes no pueden sustraerse a ese compromiso por considerarlo ineludible o porque su propia cobardía les impide preservar la dignidad, mi más sentido pésame. Lo peor de todo es que encima vendrán quejándose y habrá que escucharles; eso sí que es aburrido de verdad y no los villancicos cantados ebrios de mal humor y peor alcohol.

 En fin.

 LaAlquimista

 Por si alguien desea contactar:

Laalquimista99@hotmail.com

 

 

 

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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