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Cecilia Casado

A partir de los 50

21 de Julio de 1990. 01.26 a.m.

            

Hay fechas que se guardan en el alma, fechas que marcan un antes y un después en la vida de una persona. Unas son tristes pues pueden señalar el momento de una despedida –aunque no se crea definitiva; pero otras se marcan en el calendario del corazón de manera indeleble porque son el paso hacia delante en la pequeña parcela de la felicidad personal.

Traer un hijo a este mundo deseándolo y de manera consciente, amándolo desde antes, sintiéndolo dentro nueve meses, y toda la vida al lado después, es una de las decisiones más importantes que puede tomar una mujer.

Hoy es un día absolutamente importante para mí porque hace veintiún años que mi hija pequeña y yo nos pusimos a trabajar juntas durante “una hora cortita” para que ella pudiera acceder a este mundo a través de mí.

Lo que se siente al traer a un hijo a la vida es absolutamente inefable excepto para una madre. Es como si quisiéramos explicar el aroma de una flor o la caricia de una brisa; no hay palabras.

Las palabras sirven para expresar el sentimiento inmenso de felicidad en el momento de acoger entre los brazos a quien ya estuvo durante meses en nuestro propio ser; las palabras son buenas para transmitir la emoción de amor nunca antes sentida antes de ese momento crucial. Porque ya nada volverá a ser lo mismo en la vida de esa mujer que ha dado a luz, ya queda para siempre grabada a fuego en la retina esa primera imagen de una sonrisa que se difumina y se esconde detrás de unos ojos cerrados.

Y es una emoción que no se pierde con el paso del tiempo, que no envejece nunca, -milagro conocido que no cansa- el calor que se siente en el fondo del pecho cuando se mira a un hijo al fondo de los ojos, da igual que sea un bebé indefenso o una mujer hermosa que hoy cumple sus veintiún primeros y felices años de vida.

Felicidades para mí que tuve el privilegio de acompañarle en su entrada a la vida, enhorabuena para mí que llevo disfrutando de su amor tantos años, pues soy yo, como madre, la que he recogido la cosecha feliz durante tanto tiempo. Y para ella, para mi niña rubia Amanda, bendiciones y fuerza para vivir con amor hacia sí misma y hacia los demás.

Hay fechas que se guardan en el alma.

Siempre a tu lado, Mmmy.

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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