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Cecilia Casado

A partir de los 50

¿Por qué se escudriñan las esquelas?

 

Recuerdo a mis abuelos abriendo todos los días el periódico por la página de las esquelas. En su casa se compraba “La Voz de España” por la mañana y “Unidad” por la tarde. Tiempos aquellos en los que, para una ciudad de poco más de cien mil habitantes, había también prensa vespertina….

Pero a lo que iba. Recuerdo cómo escrutaban las esquelas una a una, tratando de identificar a los difuntos –decían: “aquí nos conocemos todos”- para santiguarse si, como preveían (o esperaban) , leían algún nombre conocido. Nunca entendí su afición –o necesidad- hasta que, ya de mayor observé que era ésta una práctica bastante habitual en las personas de cierta edad.

Las defunciones que podían afectarme emocionalmente me han llegado por vía directa; es decir, siempre he sabido de las enfermedades y vicisitudes de mis amigos por lo que ningún tránsito me ha pillado por sorpresa. Y si ha sido por accidente o enfermedad fulminante el círculo de personas vinculadas hemos participado de la triste noticia a contundente golpe de teléfono.

No espero enterarme del óbito de un amigo a través de una esquela en el periódico porque la relación con mis amistades deseo que sea lo suficientemente estrecha como para seguir de cerca su trayectoria vital, al igual que yo propicio entre “mi gente” la cotidianeidad en la información y un seguimiento habitual de nuestro devenir vital. Bien es cierto que puede ocurrir –como de hecho me ocurrió hace unas semanas- de enterarme abruptamente en lo digital del fallecimiento de una amiga con la que la dinámica era vernos un par de veces al año aunque el cariño estuviera los doce meses en nuestros corazones.

Entristece no haber mantenido más contacto, no haber aprovechado más intensamente la relación amistosa, pero lo que no tiene remedio hay que intentar mejorarlo para que no vuelva a ocurrir.

¿Por qué se escudriñan las esquelas? A esta pregunta le daría varias hipotéticas respuestas y son respuestas imaginadas, no personales, puesto que yo no las leo jamás. (O todavía no he empezado a hacerlo)

¿Quizás como una especie de curiosidad morbosa por ver si se mueren conocidos de menor edad? ¿Acaso para sentirse “mejor” sobreviviendo a otros? ¿O por morbo puro y duro de “cotillear”?

Mi abuela contestaba a su manera: es decir, entre bromas y veras puesto que era una mujer con un peculiar sentido del humor. Decía que leía las esquelas para “no quedar mal” por si se moría algún vecino del barrio. ¡Había que asistir al funeral…! Y depositar en la bandeja situada en la puerta de la iglesia ex profeso una tarjeta de visita con el borde negro con las que, según ella, toda familia de bien debía contar. Si hubiera vivido en un pueblo, mi abuela, habría ido a los velatorios, casi seguro. Teniendo casi noventa años, dejó de comprar el periódico. “Total, para qué, -decía- si toda la gente que conozco ya ha fallecido y ya no conozco a nadie”. Se pasó directamente a la televisión para ir tomando nota de las muertes anónimas de los telediarios.

La morbosidad que al ser humano le provoca la muerte (ajena) es algo que no acierto a entender, aunque supongo que será por puro instinto de supervivencia, una especie de mensaje adrenalítico soterrado que susurra: “le ha tocado al otro, no a mí…”.

En fin.

LaAlquimista

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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