Pocas cosas hay en la ciudad que me proporcionen reposo al ánimo; los ladrillos y el asfalto no invitan a la poesía, ni siquiera a la prosa poética. Sin embargo, al igual que en la vida, dando la espalda a lo árido y feo, se abren ante nuestros ojos otros horizontes calmados.

 Llenarse la boca diciendo que San Sebastián es una ciudad hermosa es válido más para el visitante ocasional que para quien en ella vive soportando sus luces y sus sombras, sus problemas y a sus gentes.

Pero hay días que no figuran en el calendario porque se saltan el tópico de la fecha y amanecen como un regalo inesperado. Después de unos días de viento sur y antes de que vuelvan las nubes, recibimos el regalo de un precioso “intermezzo” de suaves sonidos entre la furia de los vientos y el fragor de las lluvias. El preludio amable de una primavera que intenta colarse en mitad de la semana laboral, que siempre ha sido el miércoles, y no el jueves como dicen los malos referentes.

Llegarse hasta el mar y contemplarlo con los ojos medio cerrados, sin el filtro de las gafas oscuras que lo desluce en su certero reflejo del cielo que lo cubre; observar a paseantes escapados de la rutina laboral o de la rutina sin trabajo. Turistas adelantados a las fechas festivas que se avecinan que acaparan con sus cámaras lo que es deleite para el espíritu si se sabe mirar bien; un silencio calmo interrumpido por la estúpida musiquilla del carrousel que, ajena a la molestia que provoca, continúa siendo el motivo discordante en lo que podía haber sido una postal perfecta.

 Se acerca la hora de la comida y unos se retiran a sus casas y otros salen de ellas. En el aire hay una amable sensación de bienestar que a todos alcanza. En la playa reposan al sol algunos cuerpos ávidos como queriendo depositar en la arena los últimos sueños del invierno.

 Las barcas esperan también el momento de volver a ser útiles y mientras tanto, se dejan fotografiar sin moverse apenas. La ciudad espera que llegue la primavera. Como un viejo amor que llama a la puerta siempre por las mismas fechas. Recibirlo forma parte de la vida y vivir es lo único que nos queda.

En fin.

LaAlquimista

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 Fotos: C.Casado