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Cecilia Casado

A partir de los 50

Un “vendedor de humo” a la donostiarra

 Pensaba que con los años se me iría afinando el instinto para detectar cuándo una persona me quiere “llevar al huerto”; hasta ayer mismo, como quien dice, he seguido confiando en las palabras que me ofrecían como verdad, es decir, confiando en que si hago una pregunta y me responden, no tiene porqué haber una motivación oculta en modificar el sentido y la verdad en la respuesta. Y no es que yo sea el paradigma de la ingenuidad, que no lo soy, sino que todavía hay muchas personas que son capaces de mentir y no les tiembla la voz ni el pulso al hacerlo, bien sea por teléfono o por escrito, ya que mentir a la cara es bastante más difícil; no sé, se tiene que notar en un pestañeo nervioso o en que los músculos faciales tiemblan o, lo más habitual, que el mentiroso no es capaz de mirarte a los ojos.

 Lo cuento tal y como lo he vivido y siendo muy consciente de que es mi visión personal del asunto. No voy a dar nombres, pero sí datos suficientes como para que quien quiera reconocer al mendaz lo haga tranquilamente y él, el protagonista del post de hoy, -que dudo muchísimo que me lea porque mi persona y mi pensamiento carecen de valor para él- va a quedar reflejado aunque sin foto y sin nombre.

 Hace un par de semanas leí en la prensa que se ofrecía un ciclo de conferencias filosóficas gratuito en un hotel donostiarra. Me avisaron tarde y me perdí las dos primeras charlas –donde casualmente estaba la madre del cordero-, pero decidí que estaría bien aprovechar lo que se compartía generosamente. Pregunté acerca del profesional que las impartiría y me dijeron que aunque se anunciaban en prensa no era porque el periódico lo considerara interesante o no, sino porque era un anuncio pagado –que luego sale como si fuera un “suelto”. El ciudadano que así se “vendía” decía ser psicólogo de formación académica por una prestigiosa Universidad extranjera.

 Haciendo caso omiso a la lucecita roja que se debería encender en el panel de a bordo de cualquier persona medianamente inteligente cuando le ofrecen algo “gratis”, aparté de mí –como quien aparta un cáliz- el pensamiento negativo y me dije: “¿por qué no, por qué no va a haber en este mundo personas generosas?”. Pero antes de acudir a la charla sobre temas filosóficos en general, busqué en Internet y hallé enseguida al conferenciante y me puse en contacto con él telefónicamente. Le expliqué mi interés en su charla y me confirmó lo que se anunciaba: deseo de compartir con los demás una visión particular de la vida basada en la filosofía.

 Acudí con mis amigas a la charla en cuestión y no estuvo del todo mal; es decir, el hombre no desplegaba unas dotes oratorias dignas de mención, pero el contenido podía resultar interesante si se profundizaba un poco más. Y ahí pinchamos en hueso: para profundizar había que apuntarse a un Taller que se impartiría en siete sesiones previo pago. (Poco pago, todo hay que decirlo, pero aquí no vengo a hablar de engaño material sino de proselitismo puro y duro).

La cuarta charla gratuita tampoco fue como para echar cohetes, pero el profesional del micrófono aseguró que “los temas se tratarían en profundidad en el Taller específico” para el que había que apuntarse y que tendría lugar en una vivienda particular del barrio de Gros.

 Antes de formalizar mi inscripción volví a llamar a este señor por teléfono para preguntarle directamente si los conocimientos que impartía estaban basados o bien en la Gnosis o bien en el Maestro Samuel Aun Weor, ya que había leído algo en Internet que me había dejado con la mosca detrás de la oreja. Pues bien, negó rotundamente que sus charlas sobre Auto-Conocimiento tuvieran nada que ver con la filosofía gnóstica, filosofía que me produce personalmente un profundo rechazo por las connotaciones con el mundo de las sectas y que está alejada radicalmente de mi pensamiento que todavía tiene capacidad de discernimiento.

 Y yo me lo creí; creí en sus palabras y nos apuntamos al Taller que nos ofreció para mejorar los conocimientos sobre nosotras mismas y dar un pequeño pasito en pos del crecimiento personal.

 No me dió tiempo a nada porque al entrar por la puerta se me exigió el pago pactado y allí nos encontramos, más de veinte personas con cara de pavas, escuchando a un tipo que no callaba, que nos puso en una pantalla un documental de la 2 de televisión española –literal- acerca de la Cábala y, después de dos horas farragosas, nos prometió que la siguiente sesión sobre el tema de “Los sueños” sería participativa y práctica. Otra mentira más, puesto que volvió a tomar la palabra y no la soltó más que cuando ya sólo faltaban diez minutos para acabar la sesión. El tema fue tratado con una superficialidad vergonzosa y como si su público estuviera formado por niños carentes de cualquier conocimiento o acervo cultural, además de atreverse a pontificar sobre la interpretación de los sueños indicando que “todos los libros escritos sobre el tema, son una patraña”.

 Protesté y me calló la boca. Argumenté y me volvió a callar la boca. Así que al día siguiente le escribí un extenso e-mail en el que le acusé de haber mentido cuando le había preguntado sobre sus fundamentos filosóficos y sobre todo haber dado a entender que el dichoso Taller iba dirigido a personas con cierto nivel cultural e intelectual, cuando en realidad lo que él quería –y me lo dejó bien claro en el e-mail de respuesta al mío- era: personas “vírgenes” a las que poder “enseñar” los conocimientos de los que él era portador.  !Otro “mesías”!

Y ahí sigue, supongo, con cuatro alumnas menos, impartiendo su Taller, para el que te obliga a calzarte unas zapatillas de dudosa higiene, para que no se le manchen las alfombras. E intentando convencer al personal para que se apunte a otros Talleres de profundización –de mayor nivel y precio- para alcanzar “el conocimiento”. !Qué flaco favor le hace a la profesión que ostenta dejando a la altura del barro el nombre de la misma!

Está claro que eso de meter la pata y pecar de ingenuidad creyendo que los demás no mienten es algo que no he aprendido (todavía) con la edad.

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

Laalquimista99@hotmail.com

 

 

 

 

 

 

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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