Una relación "sana y limpia" entre padres e hijos | A partir de los 50 >

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Cecilia Casado

A partir de los 50

Una relación “sana y limpia” entre padres e hijos

 

Pertenezco a una generación que mayormente se peleó con sus padres. Fueron luchas soterradas o batallas campales, pero quien más quien menos no pudo sustraerse a una mínima cota de rebelión; los tiempos así lo demandaban y el cambio de costumbres y la apertura de mentalidad lo hacía propicio y necesario.

Según la propia historia familiar y conforme al entorno socio-cultural y económico, a cada cual le sopló el viento de desigual manera. Algunos salieron en camilla del enfrentamiento y otros huyeron a la primera oportunidad que atisbaron. Es decir, unos lucharon dentro del seno familiar intentando flexibilizar mediante el diálogo y la razón lo excesivamente rígido y otros optaron por “escaparse de casa” con excusas de estudios o trabajos o incluso -la mayoría mujeres- salieron de la sartén para caer al fuego creyendo que el matrimonio les liberaría de la férula paterno-familiar.

Treinta años después –lustro arriba o abajo- aquellos hijos repitieron el esquema con los suyos propios, -como si la vida no les hubiera enseñado ninguna lección-, y otros llevaron a cabo un trabajo de titanes manteniendo contra viento y marea un nuevo modelo de educación diametralmente opuesto al recibido.

Ambos grupos habrán considerado que han hecho las cosas de la mejor manera posible; bien educando a sus hijos como les educaron a ellos, bien con directrices elegidas según su propio pensamiento y criterio. Unos exigentes, otros con flexibilidad. Castigos y disciplina en un lado contra tolerancia y diálogo en el otro. Algunos padres no tuvieron nada y para compensar su propio trauma proveyeron de “todo” a sus retoños. Los que no pudieron abrir la boca en casa ni expresar una opinión, quizás educaron a sus hijos permitiendo que les callaran la boca a ellos y sin hallar la manera de hacerse respetar.

Pero allí y aquí, entonces y ahora, el caballo de batalla fue y sigue siendo mantener una relación sana y limpia entre padres e hijos.

¿Qué es eso de una relación “sana y limpia”? Pues se me ocurre que lo mismo que entre una pareja que basa su relación en el amor: un reconocimiento “del otro” como persona merecedora de respeto, cariño y todo lo que esto implica.

¿Por qué la misma persona que en su juventud reclamó ser respetada y valorada en su dignidad por unos padres que, queriendo lo mejor para ella, la machacaron con prejuicios educacionales, sociales y religiosos, reproduce el mismo esquema con sus hijos?

Los padres tienen que querer y cuidar a sus hijos. Así lo siento y así lo creo firmemente. Energía que fluye de arriba hacia abajo de forma natural. Pretender que la educación que se da a los hijos tiene que conducir a que se comporten según lo que nosotros –los padres- consideramos correcto puede enfrentarse muchas veces con el concepto de amor y libertad tal y como lo entienden ellos –los hijos-. Querer y cuidar de los hijos es el compromiso que hay que asumir cuando se procrea; no valen excusas sacadas de los recovecos sinuosos de la falta de responsabilidad. Querer y cuidar a los hijos no significa únicamente darles de comer, vestirlos y que “no les pase nada”.

Es posible y deseable establecer con ellos una relación “sana y limpia”, una relación basada fundamentalmente en el amor y en el respeto en la que nosotros, los padres, seamos capaces de descubrir en los hijos potenciales que nos son desconocidos, sueños que jamás nosotros hemos soñado y un deseo de felicidad que nos puede parecer utópico.

E ir desbrozando el propio camino para transitarlo con ellos al lado; un camino en el que tenemos cabida todos, sin darnos empujones ni apretujarnos, un camino en el que no siempre van los padres delante y los hijos detrás, sino en alegre grupo en el que unos tienen tanta capacidad como los otros para ir señalando objetivos y evitando las piedras.

Nos enseñaron que era lícito abandonar a nuestros padres para crear la familia propia y fue la forma en que no pocos jóvenes    -entre los que figuré en su día- aprovecharon la oportunidad para alejarse de un entorno que les resultaba opresivo o incluso doloroso. ¿Volveremos a repetir el mismo esquema con nuestros propios hijos? ¿Haremos que ellos también quieran “huir” de nosotros buscando un camino más limpio y agradable?

Experimenté con sorpresa y regocijo que la relación con los hijos puede ser “orbital” en vez de “piramidal”, que podemos girar alrededor de algo tan hermoso como el amor y la generosidad en vez de establecer jerarquías que carecen de respeto profundo aunque estén revestidas del manto del amor.

Porque los padres tenemos que querer y cuidar a nuestros hijos. Y el resto…son zarandajas.

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

Laalquimista99@hotmail.com

 

 

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


marzo 2013
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