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Cecilia Casado

A partir de los 50

¿Y sobre qué escribo hoy?

 

Son más de las nueve de la mañana y estoy en blanco. O por lo menos en blanco está el documento de word de la pantalla del ordenador. Sé que me queda menos de media hora para llenarlo con algo, los blogueros habituales ya habrán terminado de publicar sus aportaciones y si me quedo la última de la fila corro el riesgo de que mi blog ande danzando hoy perdido por el espacio.

Habitualmente escribo de buena mañana, según la inspiración del momento; un sueño nocturno se convierte en cuatro párrafos irónicos o en un folio reflexivo. Si la víspera he visto una película o leído hasta tarde, imágenes y letras ayudan a improvisar mi pequeña “filosofía en zapatillas”

Pero esta mañana, no. Esta mañana no se me ocurre de qué hablar y ya sé cuál es el motivo: estoy a 0º, es decir, no tengo ni frío ni calor, no sufro ni peno y cuando he levantado la persiana y el cielo azul me ha dado en todos los ojos y el aire fresco de antes del desayuno me ha acariciado la piel, me he sentido tan bien, tan tranquila, tan en paz que…se me ha quedado la mente en blanco.

 Supongo que todo esto tendrá que ver con la estupenda sobremesa nocturna que disfruté ayer con mis dos amigas “emocionales”. Yo las llamo así porque nos conocimos hace varios años asistiendo precisamente a unos cursos de Inteligencia Emocional que, personalmente, me supusieron un “antes y un después” en la forma de gestionar mis emociones. Recuerdo que fue un curso al que accedí “de rebote” y gracias a que una persona dejó su plaza libre por considerar el curso “de poco nivel” para sí misma; curiosamente lo que alguien rechazó y menospreció con arrogancia fue un gran regalo para mí. (¿Cómo era el cuento de aquel que iba recogiendo las cáscaras que el “sabio” iba arrojando?)

Cuando comparto el tiempo, las vivencias, el pensamiento y la risa con estas dos queridas amigas mías, me entrego al sueño con placidez a pesar de que los temas de conversación hayan podido ser relativamente “durillos” –que casi siempre lo son porque hablamos sin ambages de nuestros deseos o carencias más íntimas. Sacar lo que nos rebulle por dentro en la compañía adecuada, sabiéndome protegida por un entorno afectivo, me hace mucho bien.

Y cuando nos despedimos al filo de la madrugada -¿a qué hora empieza exactamente la madrugada?- me fui a la cama con la placidez de una niña que se sabe querida y protegida. Me dio tiempo, como todas las noches antes de dormir, a dar gracias por tres pequeñas cosas buenas que me hayan pasado durante el día, costumbre que debo a otra maravillosa persona que también ha aparecido en mi vida en los últimos tiempos, y que según siento ahora viene a ser una especie de “oración” de antes de acostarme. En vez de pedirle al Dios de la plaza de San Pedro que solucione mis problemas, pedir, pedir, pedir…elevo un sincero pensamiento de agradecimiento al Universo por aquellos dones, minúsculos incluso, que he recibido durante el día que termina.

Y cuando vuelvo a abrir los ojos han pasado siete horas en paz y levanto la persiana de la vida un día más, preparo el desayuno de Elur y mi primer té de la mañana, me miro en el espejo directamente a los ojos, sonrío… y no se me ocurre ningún tema interesante para el post de hoy.

Ya lo siento. Es que hoy…la vie est belle!

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

Laalquimista99@hotmail.com

 

 

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


marzo 2013
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