El cuento de los miércoles. "El divorcio de Lola" (II) | A partir de los 50 >

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Cecilia Casado

A partir de los 50

El cuento de los miércoles. “El divorcio de Lola” (II)

 

“Mi marido y yo nos conocimos en un mal momento, siempre lo he dicho; yo venía de romper con mi novio de toda la vida –un chico guapísimo que me trajo por la calle de la amargura desde los dieciséis hasta que me dejó a los veinte-, y nunca se lo agradeceré lo bastante, que si llego a seguir con él me hubiera metido en una vida de angustias y sobresaltos porque era tan guapo, tenía un tipazo y para colmo era tan simpático, que no había chavala o mujer que se le resistiera.

Así estuve yo, durante todos los años del noviazgo, engañada o dejándome engañar cuando me llevaba a casa a las diez de la noche que era la hora en que tenía que fichar (yo) y se iba a la suya a esperar mi llamada (qué ingenuidad la mía) para desearle buenas noches y charlar otro ratito más y en cuanto colgaba el teléfono –eso lo supe después, obviamente- el chico cenaba, se ponía los vaqueros ajustados y la camisa apretada y se iba de fiesta hasta las tantas.

Por eso, porque estaba despechada, asqueada de los hombres en general –y del noviete aquel en particular-, Damián me pareció lo más conveniente para mí. Un tipo ni feo ni guapo, ni alto ni bajo, ni listo ni tonto –como recalcaba mi madre-, de esos que intuyes que no te van a dar problemas ni sobresaltos, aunque ya apuntaba maneras en eso de quedarse callado durante tres cuartos de hora seguidos aunque yo entonces quería creer que era porque estaba abismado en sus pensamientos profundos y no fue hasta al cabo de varios años cuando descubrí que simplemente se quedaba “in albis” y descansando de la vida, como él decía.

Cuando nos conocimos él ya trabajaba de contable en una oficina, se le dan bien los números, estudió el bachillerato laboral que se llamaba entonces, un poco de todo aquí y allá que servía para ponerse a trabajar a los dieciséis años sin más requisito que la buena voluntad del patrono y el no mal hacer del meritorio. Con los años pasó a hacer oposiciones a una caja de ahorros que luego fue absorbida por un banco que posteriormente se merendó otro banco más grande y cuando cumplió los cincuenta y cuatro le ofrecieron prejubilarse y ahí está él, desde hace cuatro años, dando vueltas por la vida sin más norte ni destino que el día a día y el verlas venir.

Damián no es mala persona, más bien del tipo buenazo, pero aburrido hasta decir basta; vamos, que si hubiera el premio Nobel al aburrimiento sería el eterno candidato. Si le hablas contesta, y hasta sonríe de vez en cuando, pero sus temas de conversación se agotaron cuando volvimos del viaje de novios. Un día le pregunté por qué hablaba tan poco y me miró como si le hubiera pisado un pie y como yo no me retiraba al final me dijo una frase como para ponérsela de epitafio: “Ya nos lo hemos dicho todo”. En fin.

Así que yo he decidido también, más vale tarde que nunca, que ya se lo he dicho todo a él y mucho he hablado de su persona, mi marido es como un cuadro que se hereda de generación en generación, que está colgado en la pared y no sabes bien para qué sirve, pero que no se puede llevar a los traperos de Emaús “porque vale mucho” y tú siempre piensas en llevarlo a algún anticuario a ver si eso es verdad y te dan un buen pellizco por el dichoso cuadro y de paso te lo gastas en algo más alegre que mimetizarse con la pared. Y no es que yo sea una insensible del alma ni una esposa desnaturalizada –si es que está en algún natural de la mujer ser esposa-, sino que digo lo que siento y lo que pienso que, en este caso, es lo mismo.

La verdad es que he empezado a escribir de mala manera esta historia –la mía-; no tengo muchas referencias de cómo se ponen las palabras una detrás de la otra para que queden bien, tan sólo doy rienda suelta a la necesidad de explicarme desde adentro, no porque nadie vaya a pedirme cuentas de mis actos –que también-, sino porque así me lo ha aconsejado mi amiga Soco que es psicóloga y hasta ha escrito un libro y sabe mucho de estas cosas.

Socorro y yo nos hicimos amigas cuando me apunté a una historia del Ayuntamiento donde ofrecían asesoramiento y terapia (alternativa) a aquellas mujeres que se sentían atrapadas en un matrimonio sin salida. Una de aquellas cosas que se inventaba el entonces Instituto de la Mujer para justificar unos presupuestos caídos del cielo, aunque siempre nos pareció que era una barbaridad que nos dieran consultas gratis a las mujeres y a los maridos los dejaran abandonados de la mano de Dios, que se las apañaran como pudieran con su fútbol o los amigos o simplemente con nada de nada. Así que Soco y yo nos hicimos amigas a pesar de que su código deontológico le impide confraternizar más de la cuenta con sus pacientes, aunque yo les llamo clientes, por lo menos a los que pagan las consultas y en mi caso hizo una excepción porque consideró que ella también tenía derecho a tener una amiga, qué caray. Además le hizo mucha gracia cuando yo le dije que estábamos hechas la una para la otra porque yo tenía “dolores” y ella me daría “socorro” y el chiste fácil rompió el hielo y desde entonces hasta hoy.

Soco me dice que tengo la energía mal encauzada, que soy como una tromba de agua que se desborda sin medida, que debo utilizar “afluentes” para contener mi caudal y permitir que el agua “se embalse” de vez en cuando para dejar descansar mi mente y mi espíritu. Todas estas alegorías y ejemplos me suenan muy poéticos y siempre acabo riéndome de cómo me trata que parece que soy una especie de muñeco psicológico de plastilina para ella así que le obligo a pagar las rondas de cañas que nos tomamos cuando nos juntamos.

Ella tampoco sabe que me voy a separar de Damián aunque seguro que se lo barrunta porque de tanto darle al coco alguna vez tendrá que atinar, digo yo, que muchas veces parece que tiene el título colgado en la pared para tapar un desconchón…”

 LaAlquimista

*Me vendrían bien sugerencias para el tercer capítulo…

Foto: Amanda Arruti

Aquí está el capítulo 1º por si alguien no se acuerda:

https://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50/2013/04/17/el-cuento-de-los-miercoles-el-divorcio-de-lola-i/

Por si alguien desea contactar:

laalquimista99@hotmail.com 

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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