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Cecilia Casado

A partir de los 50

Cosas que ya no son lo que eran. “¿Dónde están mis cartas de amor?”

Siempre he sostenido que es preciso no agotar la capacidad de sorpresa, que vale la pena mantener alerta y contenta a esa pequeña criatura que fuimos alguna vez y que, seguro que todavía, en algún rinconcillo del corazón, sigue viva.

Esta misma mañana he podido comprobar, con harto regocijo por mi parte, que soy capaz de pegar un grito de alegría en el momento menos esperado ante una sorpresa fuera del tiempo, como ha sido el hecho de abrir el buzón –el de madera y metal, ese que todavía se puede encontrar en el portal atestado de publicidad y que debería estar pintado de azul puesto que ya no es más que un contenedor de papel- y hallar un sobre blanco, con dos sellos timbrados y mi nombre y dos apellidos, la dirección completa, escritos a mano en él.

Ante tamaño y aparente anacronismo, en un segundo mágico y hermoso, he rejuvenecido veinte años… mientras, ansiosa, daba la vuelta al sobre para saber qué mujer/amiga –porque era inequívoca letra de mujer- me estaba haciendo ese regalo.

Como ya acepto tranquilamente que mucho de lo bueno que viene a mi vida provenga de este blog, no me ha extrañado ver quién era la remitente y mi sonrisa se ha ensanchado tan exageradamente que un vecino que entraba en ese momento me ha saludado con mucho énfasis y sonriente él también porque igual ha supuesto que había una magnífica noticia en el sobre que sostenía en mi mano.

He subido los diecisiete pisos en un “ay”, deseando llegar a casa, poner un clásico de Moody Blues y sentarme en el sofá de la sala para abrir con muchísimo cuidado el sobre/regalo. Dos folios, dos, por ambas caras, escritos con buena caligrafía, de la de toda la vida   -¿saben escribir los chavales de hoy en día, quiero decir, les enseñan?- que he comenzado a leer despacito, demorando el placer olvidado, sintiendo cómo en mi interior se despertaba la nostalgia.

Una carta, una carta de verdad, de las de antes…

¿Qué fue de aquellos cientos de cartas que escribí a mis amigos, a mis amores? ¿Dónde habrán ido a parar los cientos de cartas recibidas de mis amigos, de mis amores? ¿En qué curva del camino se me volcaron las palabras de amor y nunca más aparecieron? Yo, que escribía con pluma Montblanc, que odiaba los bolígrafos y los rotuladores, que teñía mis dedos de tinta negra –jamás azul- cargando la pluma en el tintero, el émbolo de goma que siempre acababa supurando, pasando luego a los cartuchos de tinta y a las varias estilográficas que tuve; regalos navideños, de cumpleaños, de aniversario…

¡Si hace incluso dos años un hombre detallista me regaló una pluma con plumilla y tintero, en una preciosa cajita artesanal, con papel reciclado…y que no he estrenado todavía!

Ya no recibo cartas de amor, ya no escribo cartas de amor… Es como si el mismo sentimiento se hubiera diluido en la tinaja de la tecnología creando monstruos con nombres absurdos (disquetes, cd’s, pendrive USB y yo qué sé más) cuando antes podíamos darnos un baño de nostalgia y suspiros sacando del cajón aquellas cartas llenas de palabras hermosas, de palabras vivas, aunque nunca las atara con cintas de raso…

Sé que en lo alto de mi gran armario hay una caja grande llena de cartas de amor. Las que he ido guardando de todos los años en los que amé y mi amor podía contarse con palabras, en rimas alocadas o prosa llena de suspiros, amores que no deben ser olvidados porque forman parte de lo que soy ahora. Hojas de papel con olor a hombre, con un borrón donde alguien lloró por mí, tacto dulce de papel que alguna vez se estremeció a través de la palabra escrita, vibración secreta que no ha muerto ni morirá mientras no la devore el fuego o el olvido…

¡Mis cartas de amor, mis cartas de amor!

Las que me escribía el padre de mi primera hija cuando el trabajo le enviaba a otro continente y, cada día, cada noche, en papel de seda y sobre bordeado de azul y rojo, escribía palabras con las que me echaba de menos, me quería en lo lejano, me enviaba besos y caricias que yo recibía y sentía apretando la carta sobre mi pecho…

Internet mató las cartas de amor, como el vídeo mató a la estrella de la radio…

Gracias, mujer sensible y hermosa escribidora, que me has regalado parte de ti en tu carta de papel llena de palabras que ningún viento conseguirá llevarse… 

¡Va por ti, Carmen!

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


agosto 2013
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