Dicen que conforme nos vamos haciendo mayores se reducen las horas de sueño; quizás porque el organismo lo ha decidido así, quizás porque es una argucia de la mente para robarle unas cuantas horas más de vida a la Parca. En cualquier caso, en vez de ponerse histérica y atiborrarse a pastillas hay que encontrarle el sentido práctico a la cosa.
Veamos qué se puede hacer de madrugada.
– Darle caña al libro ese tostonazo que todo el mundo ha leído y que tenemos atragantado. El bostezo está asegurado al cabo de cuatro páginas.
– Poner la grabación del último debate sobre el estado de la nación (principalmente cuando habla el señor ese de cara triste). Imposible resistir más de siete minutos.
– Poner orden en los armarios de la cocina. Al cabo de diez minutos el cansancio nos vencerá y podremos volver a dormir y habremos hecho algo por el buen orden mundial.
– Abrir el e-mail y ponerse a contestar las cartas que tenemos pendientes de respuesta. No se pasa de la segunda; garantizado.
– Despertar a quien esté al lado (opcional) y decirle: “No puedo dormir”. Seguro que su respuesta nos ofrece otras posibilidades.
Lo de meterse un pastillazo y esperar a que surta efecto no es aconsejable: puede ocurrir que te entre la modorra cinco minutos antes de que suene el despertador.
En cualquier caso, mi consejo (experimentado él) es que lo mejor es realizar alguna actividad productiva. De esa forma, el inconsciente se sentirá satisfecho al no haber desperdiciado el bien más valioso –después de la salud- que tenemos los que pasamos de los cincuenta: el tiempo.
Que cada día quedan veinticuatro horas menos y ya se sabe que no hay que tirar nada.
En fin.
LaAlquimista