Es curiosa la contradicción en la que caemos demasiado a menudo realizando actos que implican planes de futuro importantes, (compra de un piso, compromiso con la pareja, firma de un contrato, etc.) y por otro lado utilizando impunemente la tan usual muletilla de “sobre la marcha” y dejando que tan estúpido concepto nos guíe.

O sea; que si le preguntamos a alguien si le apetecería comer con nosotros la semana que viene, puede que nos conteste con ese frío y distante “sobre la marcha” y se quede tan tranquilo. Como si no nos hubiera dado en los morros de la autoestima dejándonos temblando con la posibilidad de que realmente tenga algo mucho más importante que hacer que estar en nuestra compañía o simplemente se deje llevar por la pereza y vagancia del futuro momento.

Y no lo soporto, de verdad, esa ausencia de espíritu amigable de hacer cosas con otras personas a las que apreciamos, dejando siempre la puerta abierta al imprevisto mejorable. Me dijeron cuando protesté: “bastante tengo ya con ir todos los días a trabajar a una hora fija como para quedar contigo también un día fijo”. ¿? ¿Y por qué no…? ¿Soy acaso menos agradable, deseable, interesante o divertida que tu trabajo…?

Vale, de acuerdo, iré con los tiempos aunque los tiempos pasen olímpicamente de mí. Bueno, pues me gustaría que nos viéramos el sábado, de acuerdo, “sobre la marcha”, entonces, espero que me llames, sí, sí, “sobre la p… marcha”. Llegó el sábado y no llamó. Así que me quedé en casa sin salir porque YO había comprometido en mi mente – y en mi agenda- esas horas para estar con esa persona.

Ah… ¿Será que donde hay confianza da asco…? Entonces, he aprendido la lección. Hay personas que funcionan conmigo “sobre la marcha” y con el resto del mundo a piñón fijo, así que voy a dar una cena el próximo fin de semana e iremos improvisando sobre la marcha; igual se quedan todos a la puerta de mi casa porque a mí me ha apetecido ir al cine en el último momento…

Esto no pasaba el siglo pasado.

En fin.

LaAlquimista