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Cecilia Casado

A partir de los 50

“Carnet de Voyage” Mexico. Isla Holbox. Atardecer

No hace falta ser poeta para sentir que el premio a los momentos mágicos del día siempre se lo van a llevar el amanecer y la puesta del sol. Nuestro astro proveedor de luz de vida rige no solamente los biorritmos humanos sino también tiene incidencia en la intensidad de las emociones. 

Al recuerdo de un beso a la orilla del mar un atardecer de verano le damos más valor que a oscuros escarceos entre música estridente. Y qué decir de los sentires que avasallan el corazón cuando madrugamos y realizamos un pequeño acto de comunión con el Universo saludando al sol, a la vida…

No sé cuál será el motivo exacto, pero desde siempre he sentido que había una especie de magia especial en el principio y final del día: quizás la alegría de la vida y la esperanza de que, ante la muerte, renazca la energía en un nuevo día, que dilate la llegada de ésta, que nos ofrezca el regalo de volver a despertar mañana una y otra vez…

El sol va entibiando con su último impulso el agua del mar; pronto ésta se vestirá de noche y dejará de ser envolvente y acogedora para tornarse misteriosa en lo oscuro. Las luciérnagas salen a pasear y es hermoso descubrimiento para quienes no sabemos más que de farolas y fluorescentes.

Cangrejos de perfil desconocido salen a pasear y a tomar su baño vespertino sin ser molestados, a fin de cuentas en su habitat natural están. Las iguanas abandonan sus cobij pétreos para absorber el frescor de la hierba que deja de ser verde-verderol y se torna verde-jade.

El tiempo y el aire se ralentizan. El último pájaro busca su nido y cuerpos y ánimos se ofrecen al descanso.

Una paleta imposible de colores hace ahora su aparición. El rosicler del amanecer se viste de fuego.

La danza nocturna comienza.

La luna, invitada al baile…quiere lucir sus mejores galas. Saluda al amante que la viste de oro y se convierte en la reina de la noche.

Bajo su manto crece una vida distinta, la de los deseos, los amores, los sueños que se ocultan de la luz por miedo a desvanecerse.

La noche llega a la isla y la viste de magia invisible.

Pero no es preciso hallarse en una isla de postal de colores para sentir la emoción de participar en el ciclo del comienzo y fin del día. En cualquier esquina de nuestra biografía sale y se pone el sol sin descanso y…¿ya nos damos cuenta de ello? Abrumados por ruidos y despertadores que suenan como un gorigori desagradable, nos perdemos el momento inefable en el que la noche levanta el vuelo justo en ese alba que suena en los poemas.

Cansados y decepcionados de jornadas interminables, olvidamos guardar unos minutos de cariño para despedir al sol que ha iluminado nuestros afanes. Dejamos que se vaya de manera maleducada, como esas personas que creen que por ignorarnos vamos a dejar de seguir emanando luz.

Nuestra “casa” gira despacio y sin pausa en un baile tranquilo al que todos seguimos estando invitados. ¿Por qué no saludar con agradecimiento la invitación que recibimos cada día?

Y al cerrar los ojos,  acordarnos -porque se suele olvidar fácilmente- de dar las gracias…aunque sea por las pequeñas cosas, los pequeños presentes que hemos recibido de la vida en las horas en las que hemos estado participando del festín…muchas veces sin ser conscientes.

En fin.

La vie est belle!

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

Fotos: Cecilia Casado

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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