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Cecilia Casado

A partir de los 50

Las cosas llegan cuando tienen que llegar

 

La verdad es que siempre andamos con prisas. Esta vida que llevamos va tan revolucionada que hemos acabado acostumbrándonos a ello y a considerarlo normal cuando, en realidad, es un mal de nuestro tiempo, un mal que acaba agarrándonos del cuello a todos y asfixiándonos.

Por eso, porque consideramos habitual dormir deprisa, desayunar de pie, correr hacia el trabajo, trabajar acelerados, volver a casa con el corazón en la boca y las bolsas de la compra en la mano para caer, más bien despeñarnos, sobre la cama esperando que llegue un descanso que no siempre llega, por eso mismo, cuando deseamos algo, cuando necesitamos algo más, queremos que ocurra YA, sin demora alguna, con el mismo ritmo al que vivimos.

Pero las cosas no son así, la realidad tiene su propia pauta y no hay hijo de madre que la pueda modificar por mucho empeño que se le ponga a la cuestión. Amanece cada día a la hora estipulada, ni antes ni después…

Servidora, que estuvo durante treinta y seis años madrugando a golpe de cañonazo, viviendo como el programa rápido de la lavadora –incluido centrifugado- ahora que he sido apartada (¡menos mal!) del circuito laboral todavía sigo conservando estúpidos ramalazos de pensar que las cosas son “urgentes, muy urgentes o urgentísimas” tal y como lo expresábamos en el entorno laboral.

Y además quiero conseguirlas por mis propios medios, no dejando nada o casi nada al azar, llevando las riendas de lo que me ocurre y hasta de lo que me pueda ocurrir en el futuro…¡y así no puede ser!

Porque las cosas llegan cuando tienen que llegar –como la enfermedad, como la muerte- y es empeño estéril y fútil quererlas atraer con cantos de sirena.

Esto es de lo que hablaba ayer mismo con una buena amiga que se quejaba –bueno, en realidad nos quejábamos las dos- de lo difícil que es volverse a emparejar a cierta edad con éxito, de que algo teníamos que estar “haciendo mal” para seguir viviendo solas, sin un hombre al que “hincarle el diente”, aunque luego, si lo tienes, empieces a protestar y sacarle pegas a todo a la primera de cambio.

En realidad estábamos alegres, contentas e incluso satisfechas de nuestra “soltería”, (ella viuda, yo divorciada) y teníamos el ánimo juguetón para decir unas cuantas tonterías al hilo de una tarde en la terraza de un bar –con toldo y calefactores y café con leche- viendo llover y pasar la vida.

Y solté la perla del día: “las cosas llegan cuando tienen que llegar, como la muerte” y yo misma me quedé pensando que es cierto, que siempre nos andamos empeñando en que nos ocurran cuanto antes las cosas buenas, y las malas –la muerte en este caso- preferimos que se demore mucho tiempo todavía en aparecer.

Así son las cosas pues, mejor dejar las prisas para otra vida y que sea lo que tenga que ser sin andar pidiendo deseos…no vaya a ser que se cumplan y junto con un novio esplendoroso nos llegue también alguna enfermedad de esas que no tienen vuelta de hoja.

Mejor lo dejamos todo como está y que siga saliendo el sol por Antequera.

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

 Foto: Amanda Arruti

 

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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