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Cecilia Casado

A partir de los 50

El indigente que “vive” arriba

 

Reconozco de antemano que hay una serie de circunstancias que me llevan a admitir que no tengo autoridad moral en absoluto ni para aconsejar ni mucho menos para llevar a cabo acciones que a otros no les harían temblar el pulso. Aclarado esto, entramos a por uvas.

Como bien indico en el título del post, los vecinos de mi portal –y los de tantos otros en todas las ciudades donde hace frío- acogemos, sin que nos lo hayan solicitado, a una serie de personas que no tienen donde vivir y que buscan refugio en los descansillos de los pisos altos, cerca de trasteros o terrazas, donde ya no hay viviendas, pero sí calor y cobijo.

¿Quién tiene hígados para echarlos de allí a la fría calle donde les espera, casi con seguridad, la enfermedad o algo peor?

Hablo de personas indigentes, de esos “sin techo” que pululan por la ciudad en horas diurnas, sentados o tumbados en los bancos de los parques, casi siempre con un cartón de vino al lado, en grupillos más o menos tumultuosos y haciendo que la gente aparte la mirada al cruzarlos. Hablo de seres humanos que se han alejado de la sociabilidad habitual por motivos que imagino dramáticos. Caídos en desgracia, atrapados por el alcohol, abrumados por la ausencia de trabajo, sin familia o con familias desestructuradas, protagonistas todos ellos de pequeños dramas que nos resultan incómodos.

Estos congéneres –porque lo son- cuando llega el frío lo pasan muy mal puesto que el cobijo que les ofrece la sociedad les obliga a acatar las normas que, precisamente, más se esfuerzan en evitar. Entonces, se buscan la vida como pueden, pura supervivencia y vienen a buscar refugio lejos del Auxilio Social o de los Centros de Acogida, en casas de vecindad convirtiéndose en “okupas de escalera”.

¿Es cuestión de “pretendida humanidad” el no obligarles a que se vayan o un puro miedo del tipo “quien le pone el cascabel al gato”?

Los vecinos murmuran en el ascensor y protestan abiertamente en el bar, pero ahí siguen, noche sí y noche también, “acampados” en los altos del edificio.

El tema tiene su enjundia, qué duda cabe, porque además de las consideraciones morales o éticas o simplemente prácticas, está el hecho de que los Administradores de la Finca no están obligados a desalojar a nadie, el servicio de limpieza contratado es renuente a limpiar los restos orgánicos que dejan estos “inquilinos” (literalmente hacen todas sus necesidades) y que cada vez es más difícil saber dónde empieza la solidaridad y dónde acaba la paciencia.

Yo tengo un dilema moral, lo digo claramente, es la típica cosa que uno preferiría que hicieran los demás y mientras tanto que siga ocurriendo como la otra noche, que volvíamos de una reunión tardía y nos encontramos a un hombre, pasado de alcohol, pretendiendo entrar con nosotras en el portal. El susto nos lo llevamos, claro está, y pensando en cosas horribles, le dimos con la puerta en las narices y subimos a casa con el corazón en vilo.

Luego resultó que era “el inquilino de arriba” que venía a dormir al campamento que se ha montado con un colchón y cuatro trapos justo en el descansillo de arriba de nuestra vivienda.

Sí, ya sé que hay servicios sociales que están para estos casos, pero también sé muchas otras cosas y…al final, resulta que no sé qué hacer. Y entonces…no hago nada.

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

 Foto: Sacada de Internet

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


noviembre 2013
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