Paseos con mi perro. "Reivindicaciones perrunas" | A partir de los 50 >

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Cecilia Casado

A partir de los 50

Paseos con mi perro. “Reivindicaciones perrunas”

 

“Querida Cecilia:

Hace ya tiempo que tenía ganas de decirte unas cuantas cosas, de esas que se van guardando mitad por pudor y mitad por pena, ya sabes, por no hacer daño innecesariamente, por una delicadeza que no sé de dónde me sale teniendo en cuenta mi cualidad perruna.

Recuerdo que hace poco visteis en casa, sentaditas las dos en el sofá de la sala, una película que iba de un perro que hablaba a su dueño; os pensasteis que yo estaba como siempre, adormecido sobre la alfombra verde, sin hacer caso de lo que pasaba en la pantalla, pero la verdad es que me interesó muchísimo que dos adultas, madre e hija, gastaran hora y media de su tiempo en seguir las peripecias de un perro parlanchín. Yo, al perro de la película, no le entendí nada de nada por lo que deduzco que era todo puro cuento. ¿Cuándo se ha visto que un chucho pueda hablar idioma humano? Me decepcionasteis un poco, la verdad…

 

Yo me fijo mucho en ti, Cecilia, qué remedio me queda si dependo de ti para todo, y además te estoy muy agradecido porque me salvaste la vida. ¿Qué te creías, que yo no me enteraba de nada cuando el veterinario aquel dijo: “Al pobre perro le quedan tres meses como mucho” y tú le contestaste: “Eso lo veremos”? Y digo esto porque no quiero que pienses que soy un desagradecido cuando leas lo que te tengo que decir, eso que llevo guardado desde hace ya casi tres años en mi corazón de perro. No lo tomes como un reproche sino como una manifestación de mi pobre y perruno pensamiento, sin más.

Cuantas veces te he escuchado defender con tus congéneres que nosotros, los perros, “no somos inteligentes” se me ha quedado la oreja derecha levantada de por vida; cuando dices –casi convencida de ello-que nos basta con acomodarnos a quien nos da comida y cobijo y que nuestra lealtad es directamente proporcional a lo que recibimos a cambio, me he sentido tratado injustamente. Y quiero decirte que eso no es cierto en absoluto.

 

Nosotros, los perros “peluche”, los perros “de juguete” que se nos compra y vende, regala y arrincona al capricho de adultos de manos grandes y corazón pequeño, también tenemos, como todos los perros, desarrollada una intuición  que vosotros, los humanos, no alcanzáis a comprender…ni a imaginar tan siquiera.

Cuando te oigo por la noche dar vueltas en la cama y encender la luz porque no puedes dormir, sé que tengo que ir a la cocina y hacerme pis para que cuando te levantes por la mañana y veas la que he liado pienses: “bueno, pues ya no lo tengo que sacar hasta las 11” y te quedes tranquilamente escribiendo en el ordenador.

Cuando me llevas al parque, a que hocique entre la hierba  -que es lo que más me gusta hacer después de olisquear perritas guapas- fíjate que siempre te tiro de la correa hacia los perros grandes que llevan atado a un adulto grande, como a ti te gustan. Y si me quedo ahí, quieto, a la espera de que acabéis los humanos de hablar de vuestras cosas, no te pienses que es porque me agrada…sino porque te agrada a ti.

Cada vez que comes o cenas y yo me pongo a tu lado pidiendo algo con el meneo de mi cola blanca, no creas que es porque soy un caprichoso sibarita –que el pienso que me pones está muy rico, y si le añades paté más aún- sino porque un trocito de comida que me des de tu mano me sabe a gloria bendita, sobre todo por la mirada cariñosa que lo acompaña.

Fíjate bien que cuando lees ni me muevo; cuando ves una peli me pongo a tus pies, si vienen amigos a verte siempre les saludo como si les conociera de toda la vida, no ladro ni cuando llaman a la puerta los Testigos de Jehová y, cada vez que vuelves a casa, aunque me hayas dejado solo durante horas, te recibo con alegría y sin hacerte ningún reproche ni preguntarte dónde y con quién has estado. Me da igual: lo importante es que vuelvas conmigo… Ah, y no te olvides de que, el otro día, en aquel bar donde un humano que olía a vinazo se metió con vosotras, yo le gruñí durante diez segundos, pero no sé si te diste cuenta.

Por eso y por algunas cosas más, quiero que sepas que SÍ soy inteligente, claro que no tanto como una humana como tú, pero sí que “pienso” en las cosas antes de hacerlas y “reflexiono” a mi manera cuando veo que he metido la pata (y nunca mejor dicho).

¡Que yo también tengo mi parte de mérito en que nos llevemos tan bien!

En fin.”

Elur, el compañero-perro de LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

Elurbichonmaltes@guau.com

 

 

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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