Sigue siendo Agosto. Aunque haya prisa por que se deshoje el calendario, el tiempo –tan sibilino él- ahora que debería pasar más rápido, se ralentiza morosamente como guiñando un ojo o haciendo un corte de mangas. Y el mundo sigue siendo una fiesta. Santos patrones o vírgenes con denominación de origen, torneos internacionales, regatas, competiciones, exposiciones pseudo universales o verbena en el pueblo de al lado.
Sigue siendo veranito y los bidones de sangría derraman felicidad en todos los chiringuitos del suelo patrio o paletada autonómica, da igual.
Todas las semanas son “grandes” mientras se nos empequeñece la conciencia, como si la hubiéramos lavado con agua demasiado caliente. Miro alrededor con desconcierto por ver si se me ha caído la mía en la última curva del camino y no me he dado cuenta.
Este es un “mundo piruleta” por el que pasamos con orejeras de esas que se les ponen a los caballos para que no vean por dónde viene la bestia; somos como los monos esos que se tapan los ojos, los oídos y la boca, mientras que por un resquicio visionamos el último engendro televisivo y tarareamos como un disco rayado el descubrimiento
musical de un ilustre cantante napolitano que murió a la edad de 81 años hace ya casi diez.
Nada nos perturba. Los jinetes del Apocalipsis pasan a nuestro lado sin que les miremos más de unos segundos. La humanidad degradándose, la naturaleza desbocada de las riendas de unos dioses que siempre se jactaron de ser crueles, los pobres y los ricos, los guapos y los feos, llega el concurso de Miss Universo, no pasa nada, no pasa nada…
Si fallece algún personaje famoso, conocido mundialmente, los medios desplegarán sus alas inmensas y romperán la modorra propia del mes de Agosto. Y si no, ya hablaremos de solucionar el mundo cuando empiece el nuevo curso; ahora estamos en Agosto y vivimos en un mundo piruleta.
Que nos engorda a todos.
En fin.
LaAlquimista