Ya sé que no va a sonar demasiado original pero estoy leyendo el libro “El poder del ahora” del inefable Eckhart Tolle. Todo lo que tenga que ver con el silencio de la mente me interesa especialmente pues han sido demasiados años los pasados en medio de ese “ruido que no cesa”. Ciertamente que el silencio y la calma circundantes ayudan en gran medida a apaciguar al sueño de la razón, pero no es absolutamente indispensable.
Sin embargo, ahora mismo, en este momento en que escribo, no llega a mis oídos más sonido que el de algunos pájaros en su labor matutina de cantar y el retumbar de un avión que pasa por encima de mi cabeza –a gran altura, eso sí.- Dos ciclistas –en silencio- transitan el camino que une el campo con la orilla del mar; poco más. Sin quererlo apenas, estoy en un profundo silencio circundante. Son las ocho de la mañana de un día laborable. A unos cientos de metros de aquí comenzará a bullir la vida, el ruido de las cafeteras borboteantes, los tubos de escape de todos los camiones de reparto del mundo, las motos, los coches, los gritos de la gente que no sabe decir las cosas en voz normal y yo no me daré por aludida.
No estoy fuera del mundo; estoy en medio del mundo, dentro del mundo, pues lo llevo en mi interior, apretado y apelotonado desde que tengo recuerdo. Sin embargo, como un lavado de estómago existencial, siento que me voy vaciando por dentro. Y me hace sentir rara –obviamente-, me da algo de miedo también, pero por lo demás mi mente se está quedando en silencio y las pocas palabras que quedan hasta terminar esta frase son producto de la inercia de un movimiento mental que ha comenzado hace unos quince minutos, cuando me he puesto a escribir mirando el horizonte verde y azul.
Compartirlo no es contagioso. Lamentablemente.
En fin.
LaAlquimista
* La foto corresponde a un “mandala”.