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Cecilia Casado

A partir de los 50

Respeto al trabajador, sí. Pero…¿siempre?

Soy madrugadora por naturaleza (o por la naturaleza impuesta de cuarenta años con el despertador biológico a las siete menos cuarto de la mañana). Y como me despierto pronto, aprovecho el primer subidón energético del día para hacer lo que más me gusta: leer un rato o escribir un par de folios. Me gusta el silencio matutino, escuchar el despertar de la vida alrededor aunque no haya gallos por aquí cerca.

Lunes. Ocho y diez de la mañana. Suena el telefonillo interior desde el portal. ¿Quién puede llamar a esta temprana hora? Corro hacia la cocina, descalza todavía, para saber qué problema o mala noticia llama a mi puerta. Tras el tímido “¿quién es?”, escucho una voz contundente que me espeta: “!PROPAGANDA, Meabreporfavor!” y contundente yo también, le digo al hombre desconocido: “Pero…¿a estas horas?” y me contesta medio ofendido: “!Señora, que estoy trabajando…!”

Como sé cómo funciona esto, sé también que el trabajador citado ha llamado a varios timbres a la vez para aumentar las posibilidades de apertura del portal, así que me limito a decirle, sin ápice de enfado o acritud, que no son horas para llamar a los timbres de las casas, que se espere a que salga alguien…

Y me vuelvo a lo mío, a la pantalla en blanco del ordenador, donde estaba sobrevolando un ápice de inspiración para escribir el post del día…

Mantengo el más profundo respeto hacia la clase trabajadora de la que he formado parte durante treinta y seis años de mi vida a pesar de que he aguantado carros y carretas y soportando argumentos estólidos por parte de colegas que pensaban que su única función como trabajadores era luchar contra el patrón al que, como en los cuentos de miedo, identificaban con el ogro que les da migajas para comer…si no le apetece a él mismo comérselos a ellos.

Los derechos de los trabajadores los sigo teniendo muy presentes por haber trabajado en el departamento de Recursos Humanos de la empresa durante lustros. Y sé que, en no pocas ocasiones, el trabajador, el “sufrido trabajador” es una especie de apisonadora allá por donde vaya, con su cartel de “Estoy trabajando” aunque, en el desarrollo de sus legítimas labores, esté tocando las narices a otros seres humanos.

También trabaja el que va limpiando las calles con una maquinita de cepillos rotatorios y que, si no te apartas, te lustra hasta las rótulas. También trabaja el conductor de autobús que, supongo que por cumplir horarios o por despiste, lleva a un atemorizado pasaje a velocidades y frenazos de película por las largas avenidas de la ciudad. Y trabaja también el camarero que te pone la consumición en la mesa como si fueras su enemigo y trabaja el médico del ambulatorio que se tira veinte minutos a la puerta (lateral) del mismo fumando y de cháchara con otros coleguis. Trabajadores son también los que inundan los bares de mi barrio a la hora de la “pausa café” que, me alucino, ahora debe andar por Convenio en los cuarenta minutos…o así.

Respeto al trabajador, pero me cuesta respetar a quien no me respeta a mí. Así que, para que nos llenen los buzones de papeles no deseados y tengamos que tirarlos a la papelera del portal para que la trabajadora de la limpieza los recoja y tenga más trabajo…pues no abro la puerta y sanseacabó…

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

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Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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