Este es el lema del “Festival de Cine y Derechos Humanos” que se celebra en nuestra ciudad desde ayer y durante una semana completa.
No voy a hablar de cine porque no tengo criterio suficiente para enjuiciar las películas que se presentarán aunque esta tarde iré a ver “Miel” de Valeria Golino sobre la eutanasia..
De lo que sí voy a hablar es de paz y convivencia, de la enseñanza en nuestro pequeño país de la tolerancia, la solidaridad, el respeto, la diversidad y la cohesión social; enseñanza que tiene que partir de la familia, del ejemplo a la hora de comer y de la escuela, donde educadores todos practiquen estas “virtudes” tan poco extendidas últimamente.
¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI, en un país occidental, rico por más señas a pesar de la crisis, haya que recordar al ciudadano de a pie un comportamiento mínimamente moral y ético aunque sea a base de películas con moraleja?
Lo que yo observo en el día a día de una ciudadana normal y corriente, sin ninguna vinculación a grupo político alguno ni participación activa en los Derechos Humanos OFICIALES es lo siguiente:
– Que la tolerancia se entiende demasiadas veces con el egoísta “que hagan los demás lo que quieran con tal de que no me molesten”, pero que cuando hay molestia…la cosa cambia sustancialmente.
– Que la solidaridad llena la boca e indigna el corazón cuando los medios nos informan de la última tragedia “humanitaria”, pero que se sigue farfullando y maldiciendo por las subvenciones que se llevan los que “vienen de fuera”.
– Que el respeto está firmemente relacionado a sentirse respetado a la vez y que poca gente está dispuesta a tragar con carros y carretas en este tema.
– Que la diversidad consiste en que el aula de la escuela estén juntos niños de todas partes del mapamundi, pero que se siga manteniendo el arcaico “cada oveja con su pareja”.
– Que la cohesión social es una entelequia.
Las anteriores afirmaciones son reflejo de la observación cotidiana, de saber historias “de buena tinta” y, sobre todo, de la constatación de que, nosotros, los humanos de a pie, los que sufrimos de alguna manera por llegar a fin de mes con un mínimo de dignidad, tenemos que hacer un esfuerzo por integrar en nuestra escala de valores humanos, éticos y de justicia todos los Derechos Humanos anteriormente mencionados.
O deberíamos hacer ese esfuerzo para poder mirarnos al espejo cada mañana con la cabeza bien alta y el corazón rebosante de amor que, a fin de cuentas, es el motor primigenio y destino final de cualquier “derecho humano”.
A ver cómo se lo hago yo entender a quienes ni tan siquiera tienen el menor interés en escucharlo…
En fin.
LaAlquimista
Por si alguien desea contactar:
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* Título del dibujo. “Junt@s”.
Primer Premio “Pintura para la Paz y Derechos Humanos” Ayuntamiento de San Sebastián. 2ª Edición 2005-2006
Autora: Amanda Arruti