¿Y si pierdo las gafas...? | A partir de los 50 >

Blogs

Cecilia Casado

A partir de los 50

¿Y si pierdo las gafas…?

Haciendo alarde de sus despistes, mi abuela preguntaba con frecuencia: “¿alguien ha visto mis gafas?” y el chiste era que o las llevaba puestas o las tenía en el regazo.
Ya empieza a notarse la herencia, y como mujer necesitada de gafas para leer (y todo lo que sea a menos de medio metro) y previsora al mismo tiempo, nunca me desplazo sin llevar un par de repuesto; imagino con angustia no poder leer la carta de un restaurante o el programa de una exposición o no saber cuánto estoy firmando con la tarjeta de crédito.

Ayer por la tarde daba yo mi habitual paseo por la orilla del mar: tres kilómetros hacia la izquierda y vuelta a casa, nada desdeñable. En el bolsillo del pantalón llevaba las gafas, las llaves y un billete de diez euros por si me apetecía tomar un vermú en el malecón y coger fuerzas para la vuelta. Y me apeteció. Pero al sacar el dinero saqué también las gafas y se cayeron al suelo, a mis pies. Me agaché al instante pero ya era demasiado tarde; de un brinco se habían introducido entre las tablas del chiringuito, desapareciendo en la tierra de nadie a donde van a parar monedas, alianzas de casado y llaves en general.

El dueño del bar me invitó a otra ronda para paliar en lo posible el disgusto y hemos quedado en que me las guardará cuando levanten el chiringuito a finales de mes. De vuelta a casa, que me costó lo mío con la doble ración de vermú- fui derecha a la mesa de trabajo donde –lo juro- sabía que había dejado las de repuesto. Entre papeles, libros, revistas, prospectos de las fiestas del pueblo, los cargadores, los dvd’s, varias postales sin enviar, algún que otro pañuelo de papel (usados y sin usar), la taza del último té, la del último café y el cenicero donde guardo lo importante. Lo normal, vamos.

Pero sin gafas no se encuentran gafas, se buscan pero no se ve nada de nada más que a bulto. “¿Dónde están mis gafas?”, le estuve gritando a las paredes durante quince minutos. No respondieron. Así que me tuve que preparar la cena cortando el tomate en cuatro trozos para no cortarme los dedos y confundí el aceite con el aceto de Modena y me pegó un subidón de vinagre y no pude ver ningún capítulo de TrueBlood, ni leer, ni escribir en el portátil, ni mandar eseemeeses y tuve buen cuidado de no confundir el Natusan con la pasta de dientes.

Harta de reírme yo sola de mi desgracia solitaria, me fui a la cama con la frustración de haber desperdiciado la velada, pero sobre todo cansada de buscar y no encontrar. Recé a mis dioses particulares para que me ofrecieran una solución al problema o un par de ojos extras que buscaran –y encontraran- mis gafas.

Esta mañana he ido directamente a la mesa y encima del teclado del pc, pilladas con la tapa medio cerrada, allí estaban.

No sirve para nada tener perro. Tendré que optar por el novio.

En fin.

LaAlquimista

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


septiembre 2010
MTWTFSS
  12345
6789101112
13141516171819
20212223242526
27282930