El verano se nos vende como la panacea de lúdicos planes, de descanso –alborozado o discreto-, o como un tiempo en el que mente, cuerpo y corazón tienen derecho a no pensar, no sufrir, no sentir… Y, poco a poco, hemos ido instalando este concepto en lo más profundo de nuestro juicio de manera que, pase lo que pase, seguimos con la mirada fija en el calendario: es verano, es Agosto, no pasa nada mientras pase lejos.
El desayuno viene servido con una “tregua humanitaria” en la guerra que se libra en la parte sur del Mediterráneo mientras en la parte norte del mismo mar todo son fiestas, jolgorios y dolce far niente. Los mayoristas de viajes rabian porque cada vez quedan menos destinos de “media distancia” para vender y hay quien se incomoda porque ahora no se pueden visitar ni las pirámides, ni Damasco, ni la ciudad Santa de Jerusalen. (¡Qué pena, -dicen- con lo bien que vivían del turismo!)
Es Agosto y me llega el desayuno con escenas cruentas de inocentes ensangrentados, pero hay fiestas por doquier en mi provincia y hoy comienza un gran evento musical de música clásica: el problema de verdad es conseguir entradas.
Es Agosto y la mayoría están de vacaciones, con la casa a cuestas o con maleta de piel, pero de vacaciones. Es Agosto y es tiempo de mirar hacia otro lado y aparcar las guerras, las epidemias, el dolor, la injusticia y las corruptelas patrias.
No pasa nada mientras pase lejos; tan sólo el que se queda en casa tiene tiempo de seguir los medios de comunicación que, imagino que como todos los meses de Agosto, llenarán su programación con nauseabundos espacios abarrotados de arena, caspa y sangría de garrafón.
Aquí lo que importa es ver alguna buena obra de teatro, asistir a un concierto de campanillas, aprovechar las fiestas para dejarse ver, estrenar la ropa recién comprada en las rebajas y llenarse la boca contando lo bonita que está la ciudad, tan llenita de turistas que vienen a gastar lo que les quieran cobrar, y que aparquen la guerra con una tregua humanitaria de un par de días para luego seguir matándose con el descontento hipócrita de quienes apoyan la misma guerra que critican en la portada de los periódicos.
Ayer mismo lo constaté en Facebook: alguien colgó la enésima foto de niños palestinos ensangrentados y otro alguien, lucidez total y absoluta, le espetó: “Ya te vale, que estamos de vacaciones”. Y tenía razón, claro que sí, aunque le saltaran a la yugular los cuatro bienpensantes de siempre.
Es verano, es Agosto, aquí queremos fiestas y pasarlo bien y luego, en la tertulia nocturna de gintonics, santiguarse un poco por todos los que están muriendo absurdamente…tan lejos de aquí.
Estos somos nosotros, iguales en cualquier país y latitud, solidarios en la distancia que evita el contagio, mirando hacia otro lado cuando la contemplación de la realidad nos resulta insoportable, apoyando a gobiernos que apoyan la guerra, votando a políticos que levantan una mano para pedir la paz y con la otra vender las armas que se fabrican aquí al lado, un absurdo de contradicción, de locura, de ignominia, de incoherencia intelectual, de pasotismo ético y moral.
Es verano, es Agosto; no pasa nada mientras pase lejos.
En fin.
LaAlquimista
*”Los desastres de la guerra”. Rubens.
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