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Cecilia Casado

A partir de los 50

Momentos H&M (Hija&Madre)

Así les llamamos mi hija pequeña y yo a los ratitos especiales en que nos encontramos agradablemente cercanas la una a la otra. Ratitos en los que no pretendemos ser “coleguis” –error donde los haya y que diluye los límites de la esencia de una madre y la esencia de una hija (o hijo)-, ni cotorrear como amigas de los chicos que nos gustan o de las rabias que nos disgustan; ella en su sitio y yo en el mío estamos muy cómodas, aunque ambas en el mismo sofá anímico y afectivo.

He parido dos hijas a las que adoro casi todos los días; la una habita lejos, muy lejos, está amorosamente casada y vive su proyecto de vida en común con esperanza, tesón y honestidad. Gracias al amor compartido durante más de treinta años nos sentimos cercanas y, además, la tecnología de diversas aplicaciones nos permite vernos y escucharnos con más intensidad incluso que la que tienen personas que viven bajo el mismo techo y sólo se miran cuando se cruzan por el pasillo. La otra hija mía se despierta cada mañana contemplando la misma luz que me alumbra y en el mismo huso horario; circunstancialmente compartimos el pan y la sal y eso hace que, en no pocas ocasiones, debamos enfrentarnos a los problemas de la convivencia como una pareja normal y corriente. Y con el perro en medio…

Por eso hemos instaurado nuestros momentos “H&M” que, haciendo un guiño a su marca favorita, significan para nosotras algo muy importante. Momentos “Hija&Madre” que van más allá de lo puramente práctico y convencional entre los padres y su progenie.

Yo no recuerdo haber salido con mi madre a ningún sitio que no fuera al médico, al dentista o a la modista. Ella cumplía con su “deber” como madre y yo no podía imaginar siquiera que existiera otra forma de relación. Jamás se me ocurrió sugerirle que fuéramos las dos juntas –y solas- al cine; o a dar un paseíto por un parque y charlar un poco; o a merendar un chocolate con churros y complicidad. Mucho menos todavía –ya en la edad adulta de ambas- pensé que pudiéramos compartir una excursión, un viajecito, una comida en un restaurante, un museo, una exposición, un concierto… Nada de nada porque, en aquella época, no se establecía con la madre más relación que la derivada de la obediencia debida; como si ella, la madre, como mujer, no tuviera un perfil definido y yo, la hija, no fuera más que una personita en desarrollo a la que alimentar y vigilar para que no se la comieran los depredadores. Solía ser la madre de quien emanaban consignas, consejos, lecciones y prohibiciones.

Me hizo falta ser madre a mi vez, sentir lo que era parir un hijo, para descubrir en plenitud las posibilidades de esa relación única e intransferible que se puede –y digo “puede”  como posibilidad- establecer entre una madre y sus hijos. Darme cuenta del gran “poder” fáctico con el que contamos las madres para hacer soplar el viento en la popa de nuestros retoños como brisa pujante y benéfica o como huracán devastador que pone en riesgo de naufragio su nave. No todas las personas tienen hijos pero todas han tenido una madre…así que es fácil entender de qué hablo.

Los momentos “H&M” son aquellos en los que asumimos al cien por cien el rol que nos compete: a mí como madre y a mi hija como hija. Yo con mis tribulaciones y mis dudas de adulta mayor y ella con sus inquietudes y miedos de mujer joven. Sin complicidades de anuncio televisivo, simplemente con la realidad de la mano y el cariño en el corazón. A veces no son más que el momento en el que me dispongo a sacar al perro y ella me dice: “voy contigo”. Otras, basta con un: “te invito a un zurito”. Y sabemos que en el silencio compartido hay muchas palabras que se escuchan, en la mirada común hacia los árboles que se desnudan habita también el amor por la naturaleza y el cariño cuando las piernas jóvenes suavizan el paso para acomodarlo al menos ágil de las piernas cansadas…

Tener hijos no consiste únicamente en quererlos mucho y desear lo mejor para ellos. Es un “trabajo” del que ninguna mujer se jubila jamás porque gravita alrededor de la órbita del amor y, como tal, exige “pruebas concretas”, no sirve dar el amor por supuesto y el cariño por sobreentendido…en ambas direcciones.

El beso de buenas noches y la sonrisa de buenos días –aunque tenga que ser por whatsapp- valen un potosí; el pequeño ramillete de flores que aparece en la mesa de la cocina, diez minutos de Reiki aunque sean a distancia, llegar a casa y encontrarse la mesa puesta y el horno exhalando un aroma exquisito. El tiempo de compartir una película, un pintxo-pote de última hora, la siesta en silencio, el abrazo que llega desde el otro extremo del pasillo (o del mapamundi)… todos esos son nuestros pequeños momentos “H&M” que puede que sean una tontería, pero que nos hacen felices…a mí y a mis hijas.

Quería compartirlo…

En fin.

LaAlquimista

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Oleo sobre lienzo: Xi Pan

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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