A ver, que quede claro y por delante que no intento ser más papista que el Papa (ni que la RAE), pero me lleva ya varios meses dando vueltas por el magín una situación curiosa y repetitiva en lo concerniente al famoso “masculino genérico” que incluye a hombres y mujeres por igual aunque a la hora de verbalizarlo se utilice únicamente el género masculino.
Lo de la tediosa pedantería de decir “niños y niñas”, “candidatos y candidatas”, “ciudadanos y ciudadanas” que lleva por delante el masculino excepto en “señoras y señores” y “damas y caballeros”, me la trae al pairo. Yo no necesito que se me incluya explícitamente dentro del concepto global de género para saber que existo y darme por aludida. Acepto perfectamente el término “el hombre occidental” para saber que también se habla de la mujer occidental. Pero a lo que voy.
Resulta que formo parte de una cuadrilla de amigos donde somos mayoría apabullante las mujeres. Hay veces que nos reunimos hasta doce chicas y un solo chico. (Esto es un ejemplo para entendernos mejor). Hace poco cenábamos todos “juntos” y estábamos “todos” pasándolo requetebién. A mí se me ocurrió –cosas se me ocurren- empezar a cambiar el masculino genérico por el femenino genérico ya que, cada vez que hablábamos parecía que nosotras mismas teníamos una especie de nudo en el garganta al decir: “que guapos estamos” en vez del mucho más lógico, “qué guapas estamos hoy todas”. Pero claro, si al bueno de Nacho le incluyes en ese “todas”, con su metro noventa y cinco y su barba unamuniana…¡seguro que se hubiera sentido ofendido de alguna manera!
Y es lo que yo me planteo a raíz de esta mayoría real de mujeres sobre hombres en un grupo; no se trata de contar para ver si hay más mujeres que hombres, pero…¿y cuándo es abrumadoramente evidente por qué hay que seguir utilizando el masculino genérico y no el femenino genérico?
No lo digo en plan oficial para que lo enseñen en las escuelas –que bastante tienen ya con intentar enseñar algo- sino para andar por casa, vamos es un decir, que si estoy con mis hijas y mi yerno, me resulta rarísimo decir: “venga chicos, que comemos en cinco minutos” y ver la mirada sonriente de mis niñas como diciendo: “ay ama, que gramatical y políticamente correcta eres”.
Así que, de la misma manera que nos hemos pasado toda la vida entendiendo y aceptando que se nos englobe a las mujeres en el genérico masculino habitual, no creo que se les caigan los anillos a los hombres –sobre todo a mis amigos- si cuando estamos la cuadrilla y parece que el único varón del grupo es el pachá en su harem, utilicemos el género (pre)dominante en el momento, vamos, un poco como para hacer risas por fuera y ponernos muy serias por dentro.
También están los eufemismos: venga “gente”, ánimo “cuadrilla” y tonterías así para no llamar a las cosas por el nombre lógico que le correspondería si la vida fuera lógica en vez de –tantas veces- absurda.
Ayer mismo, en el parque, lo ví clarísimo. Una madre pegaba gritos (no le quedaba otro remedio) para atraer a sus infantes, una niña y un niño que jugaban salvajemente dedicados a tal tarea en las estructuras metálicas previstas al efecto. –“¡Niñooossss, que vengáis de una vez!” y el crío obedeció enseguida –más o menos- mientras que la cría seguía a lo suyo (colgada boca debajo a una altura de casi dos metros). Al final la madre se levantó, fue a buscarla y la sacó del trapecio a empellones. –“¡Si es que te llamo y no me haces caso!” Y la niña, perla cultivada del futuro, le espetó: “¡Si a mí no me has llamado, si sólo lo has llamado a él!” dirigiendo la vista hacia su hermano…
Pues eso, que este sábado tenemos las amigas cenita de cumpleaños. Y que no falten ni Nacho ni Paco.
En fin.
LaAlquimista
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