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Cecilia Casado

A partir de los 50

¿A qué da derecho la edad?

Por una serie de circunstancias, coincidentes todas a la vez, me he visto obligada a fijarme y tomar nota de las peculiaridades de las personas mayores que se cruzan en mi camino. No es que me hayan encargado un estudio sociológico –aunque por ahí vayan los tiros más o menos-, pero sí es algo lo suficientemente importante como para tener que llevar en el bolso un cuaderno e ir tomando apuntes sobre la marcha. El tema es el comportamiento social cotidiano de las personas mayores, de los ancianos (o de los viejos que dirían otros).

La primera conclusión, sin escarbar demasiado, me lleva a constatar que las personas mayores avasallan. No es un axioma, obviamente, pero se parece tanto a la realidad como un bocadillo de jamón a otro. Cierto es que las generalidades no son convenientes para su uso en la cocina del entendimiento porque pueden distorsionar el concepto de la cosa; no obstante tengo la maldita constancia en mi haber de que ‘muchas’ personas mayores abusan y avasallan amparándose en la fecha que pone en su D.N.I. y que se refleja en su cara, su porte, sus maneras.

Cuál es el motivo que induce a estas personas que han alcanzado una edad provecta a tener el convencimiento de que tienen más derechos que el resto de los humanos tan sólo por el hecho de tener menos pelo y más enfermedades, menos vida por delante y más tiempo por detrás, se me escapa. Pero lo veo en el autobús en la hora punta, en la cola del súper, en los bancos del parque, en la conferencia de la casa de cultura. Es una actitud fácilmente identificable: ellos te miran y tú sientes que les debes algo. Y entonces les cedes el asiento, el puesto en la caja o el mejor sitio al solecito (o a la sombra). A veces te darán las gracias con una sonrisa y otras escucharás una especie de gruñido intraducible al idioma de las relaciones humanas. Y tan sólo hablo del comportamiento “social” sin ahondar en esquemas mentales aferrados a su propia razón y necesidad de que no se les lleve la contraria bajo ningún concepto. 

¿Por qué? –me pregunto en cada ocasión en que me toca ser sujeto paciente o testido de alguna actitud avasalladora-, y no encuentro ninguna respuesta que tenga algo que ver con el raciocinio común y corriente.

Los mayores son respetados suficientemente en nuestra sociedad; de hecho, tienen una serie de ventajas añadidas a la edad que no son nada desdeñables. Es por eso precisamente que me sigo haciendo la pregunta del principio aunque, dedicándole tiempo, llego a la terrible conclusión de que el mal humor, los modos airados, el egoísmo como algo inherente a su condición, tienen relación directa con esa incapacidad de envejecer con dignidad que se inventó algún psicólogo más listo que los demás.

Aunque creo que voy a ser capaz de responderme a mí misma dentro de poco; cada vez estoy más cerca.

En fin.

LaAlquimista

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


octubre 2010
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