Es seguro que alargamos en lo posible el momento de guardar la ropa de verano y sacar de los armarios altos, de las maletas o de su escondrijo veraniego la ropa que vamos a necesitar durante el tiempo húmedo y frío, incierto y oscuro que anuncia el calendario por estas fechas. Nosotras las mujeres sabemos de la pereza que da el sólo pensamiento de vaciar y volver a llenar roperos, la fatiga anticipada de airear edredones, desdoblar fundas nórdicas o estirar mantas, el caos doméstico de unos que salen y otros que entran.
Pero no es como en el autobús, que unos bajan por una puerta y otros suben por la contraria, en casa todo se amontona encima de las camas, sofás y superficies lisas en un caos que dura una mañana o una tarde, un trasiego incesante de vida que se guarda para colocar en su sitio la vida por venir. Junto con las sandalias y bañadores, envuelta en suaves vestidos, dormirá varios meses la nostalgia del calor de las tardes de verano, la indolencia protegerá de la humedad su sueño o quizás sea la esperanza de llegar a un nuevo tiempo sin rasgarse, resistente aun.
Las cremas que ya no sirven, pendientes y collares de colores, el bolso blanco, un chal transparente, las sofisticadas sandalias de tiras y las tristes chanclas, todo irá de vuelta al baúl incierto donde no hay promesas, tan sólo esperanza y deseo de –quizás- volver a sentir, volver a vivir.
Los pertrechos del otoño, el equipaje para el invierno, oscuro y distante, ausencia de color en grises, tostados y varios tipos de negro, según la pena de cada cual, al amparo de los restos felices, espesas madrugadas de lana virgen o sesiones de amor sintético con un veinte por ciento de fibra natural que no pica pero tampoco abriga.
Abrir la casa y el alma a las tardes melancólicas, sin brasero ni leña, a puerta cerrada de la vida y la lluvia que igual va a golpearnos, sellando el cuerpo al contacto, manos enguantadas, piernas enfundadas, la piel escondida y triste… No queda más solución que pintar algo de color para no sucumbir a esta tristeza impuesta.
En fin.
LaAlquimista