Cosas que sólo me pasan a mí. "Compuesta y sin novio" | A partir de los 50 >

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Cecilia Casado

A partir de los 50

Cosas que sólo me pasan a mí. “Compuesta y sin novio”

 

Al final de cada uno de mis post aparece esta coletilla: “Por si alguien desea contactar…” y ahí va una dirección email. No es la mía personal, porque una ya ha aprendido algo en esta vida, pero sí es un correo que leo y atiendo cumplidamente. Ahí aparece de todo, como en botica, aunque la mayoría son palabras amables, de agradecimiento ¿? o incluso algunas confidencias anónimas de situaciones personales comprometidas a las que yo siempre contesto sin ninguna autoridad moral, desde luego. También, de vez en cuando, aparece algún “admirador” a la antigua usanza que me deja trastabillando emocionalmente durante un cuarto de hora. Y de esto voy a hablar.

Vaya por delante que no soy mujer desconfiada a priori, que siempre antepongo la presunción de inocencia del ser humano, la buena intención y doy pábulo a lo positivo en contra de lo que lo parece menos. Es decir, sigo siendo como siempre he sido en realidad sin haber modificado demasiado mi esencia en los últimos cincuenta años, lo que me hace sentir cómoda conmigo misma aunque de vez en cuando me lleve decepciones de órdago a la grande.

Entre el correo electrónico al que aludo, apareció hace unos meses la misiva de un señor de, pongamos, Santander. Se presentó como lector del blog –al que se aficionó cuando estuvo impartiendo un curso en Donosti y leía la prensa de aquí por obligación- y además de como lector como admirador de las palabras mías, de las ideas mías y, de rebote, de casi todo lo que me alcanzaba. A ver, que una no es de piedra y a nadie le amarga un dulce, faltaría más y menos a cierta edad, así que le contesté –muy en mi línea- educada y simpática como cualquiera que me haya escrito habrá podido comprobar. No marco distancias ni tampoco las elimino, simplemente creo que escribo y me manifiesto desde mi lugar aunque “el otro” se sienta impelido o ilusionado para realizar ciertos avances.

Pasó el tiempo y las misivas se convirtieron en una auténtica “relación epistolar” en la que –como ocurre entre personas normales y corrientes y sobre todo dotadas de cierta amable empatía- fueron desgranándose las vicisitudes personales y cierta necesidad (por parte de este señor, que conste, no por la mía) de acercar posiciones emocionales. Quiero decir que empezó a enviarme fotos (un hombre con los sesenta recién cumplidos, que más parecía sacado de un anuncio de café que otra cosa), muy cultivado –como quedaba patente en su forma de expresarse- y que manifestaba sin ambages haberse enamorado de mi personaje.

Ahora viene una aclaración importantísima. ¿Por qué cuento esta historia “traicionando” aparentemente una relación amistosa entre dos personas? Pues quien lea hasta el final encontrará respuesta cumplida a la pregunta.

Las cartas se sucedían cotidianamente; es decir, ÉL me escribía todos los días y yo le respondía…guardando ya las distancias que cayeron al suelo el día que me llamó por teléfono a mi casa con la connivencia de esas páginas de buscadores que echan al viento de Internet dirección, teléfono y demás datos de cualquiera que aparezca en Google.

Si la palabra escrita puede encandilar a alguien o proyectar sobre el lector buenas sensaciones y despertar viejos sueños dormidos, ¡qué no hará la palabra hablada armada de una voz sensual de locutor de madrugada! Luego llegaron las flores en el día de mi santo, después un libro dedicado (porque escribe y publica) y, finalmente, la petición de una cita coincidiendo con un viaje suyo a mi ciudad.

A estas alturas de la película, yo ya sabía quién era este señor y hasta su número de DNI si hacía falta, porque ya no hay anonimatos que valgan ni hace falta contratar a un marlowe cualquiera para que nos informe de en qué tejemanejes está metida una persona.

De esta forma –y no porque me lo contara él- supe que estaba casado y bien casado en segundas nupcias con una mujer estupenda, con una vida personal estable, un hijo adolescente y anclada en el costumbrismo social que demanda una ciudad de provincias (como la suya y la mía).

Lo que él quería de mí, lo que me proponía, era el sueño de (casi) toda mujer en la cincuentena a la que su pareja ya no hace apenas caso –caso de tenerla-: un amante que la saque del aburrimiento, una aventura para sentirse viva, una historia romántica para contar a las amigas con pelos y señales…

Mis amigas –esas brujas malévolas y listas- me aconsejaban cada una por su lado: que si “a nadie le amarga un dulce”, que si “cuenta, cuenta”, que si “!no se te ocurrirá desperdiciar una ocasión así!”…hasta la que me dijo “si tú no lo quieres, me lo pido yo”. Conclusión: que entre risas y más risas yo andaba con el paso cambiado.

Nunca nos llegamos a conocer en persona porque nunca he sido capaz de sentir atracción por alguien que no me haya mirado a los ojos y hecho temblar por dentro. Desperdicié –según él- la maravillosa oportunidad de disfrutar a su lado de los goces que poco van a volver a llamar a mi puerta –según él; y siempre según su opinión y criterio soy una mujer maravillosa pero poco inteligente porque me empeño en “no meter mi cuchara en guiso ajeno”.

Porque –y bien que lo he explicado mil veces- cuando una mujer se lía con un hombre casado, hay detrás otra mujer a la que, casi con seguridad, se está faltando al respeto y haciendo daño. Y lo que no quieras para ti, no lo quieras para los demás. No es moralina sino experiencia. Et voilà, una vez más compuesta y sin novio.

En fin.

(Te dije que lo compartiría y yo siempre cumplo mis promesas)

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com 

(Para cualquiera menos para ti)

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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