Una de mis frases favoritas es desde siempre, “el peor ejemplo es el mejor ejemplo”. Esta filosofía de lo positivo la empecé a tomar en consideración cuando me di cuenta de que mi vida –la vida de cualquiera- se veía afectada por muchas situaciones malas, negativas o dolorosas con las que había que bregar aunque me dejara en ellas los higadillos.

Tuve que cambiar mi “chip” mental y darme cuenta de que, en vez de ir en contra de lo que me hacía daño, oponiendo una feroz resistencia, tenía la posibilidad de considerar la situación como si fuera un aprendizaje del que iba a sacar gran provecho en la enseñanza. Esto es mucho más fácil de decir que de llevar a cabo, pero con entrenamiento se puede llegar a casi todo ya que tenemos las herramientas adecuadas para conseguirlo: la inteligencia, la fuerza y la esperanza. (Casi nada)

Cuando me tocó “lidiar” con alguna persona violenta pude darme cuenta de que su violencia provenía de un lugar preciso ubicado en su interior y “reconocí” el dolor y la impotencia del agresor. Aprendí de ese mal ejemplo que cualquier tipo de violencia daña tanto al agresor como al agredido y que degrada al causante privándole (aunque sea momentáneamente) de su cualidad y dignidad humana.

Cuando me enseñaron el egoismo me dieron la oportunidad de trabajar para no caer en la misma tentación.  Y al mostrarme la mentira me pusieron frente a frente a una realidad que yo también podía evitar –si quería. Todo lo “malo” de este mundo esgrimido como estandarte por el ser humano lo he ido conociendo a lo largo de mis más de cinco décadas de vida. En propias carnes o por persona interpuesta, tanto da, no hace falta que te torturen para aprender que la tortura es algo deleznable.

Ahora que estoy más tranquila y que me enervo por muchísimos menos estímulos que antes, me puedo permitir el lujo y la obligación de observar y reflexionar tranquilamente sobre todo lo que me ocurre en primera persona de indicativo y extendiendo la hazaña a lo que les ocurre a algunos otros con los que orbito en el mismo espacio.

Cada día es un regalo de aprendizaje si me tomo la molestia y estoy de humor. Puedo aprender de todo simplemente con el mínimo esfuerzo de pararme a observar y dedicar un rato a reflexionar sobre lo observado.

Veo situaciones magníficas promovidas por personas humanas magníficas que se dan de bruces con la maldad y la estulticia de los de toda la vida. Aprendo del hombre que está sentado a la puerta de un Banco pidiendo limosna y aprendo de la señora que, empujando carrito, le deja caer un euro sin mirarle casi. Aprendo del tipo que me llamó de todo y me mentó la madre porque me despisté cuando se puso el semáforo en verde y me demoré cinco segundos en meter primera. Aprendo del amigo que me llama para preguntarme por mi perrito. Y de quien no me llama nunca excepto que tenga que ingresar dinero para pagar algo. Aprendo de la señora mayor que me empuja para colocarse ella y del chaval que me empuja para colocarse él.

Luego llego a mi casa, me sumerjo en las Variaciones Goldberg y dejo que todo se ponga en su sitio. Mano de santo.

En fin.

LaAlquimista

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