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Cecilia Casado

A partir de los 50

Razones para dejar de fumar

 

Vaya por delante que dejé de fumar hace catorce años después de haber estado fumándome los pulmones durante más de treinta. Mi historia con el tabaco es atípica, quiero decir que no empezó como  transgresión de lo establecido sino como integración a lo conocido.

Porque empecé a fumar a edad muy temprana por invitación de mi propio padre, fumador consciente y disfrutador, que me inició en los placeres de la nicotina en cuanto me vio el interés. Ya desde muy pequeña le ayudaba a confeccionar sus propios cigarrillos cribando la picadura en un cedazo y sintiendo en la nariz el picorcillo del polvo sobrante. Me hacía sentir importante depositando el tabaco en la tolva, colocando las mini-resmas de papel en su sitio y recogiendo amorosamente los pitillos para colocarlos con mimo en su tabaquera de piel.

Visto en retrospectiva tendría que añadir que mi padre fue un inconsciente, pero en aquella época también me enseñó a apreciar la música clásica, a jugar al ajedrez, a revelar fotografías, a manejar las herramientas del meccano y me invitó a pasearme por los libros de su biblioteca sin límite alguno. Así que lo del tabaco se lo perdono.

Muchos lustros después, cuando ya tenía la costumbre de fumarme todos los meses una buena parte de mi salario y saludaba cada mañana al nuevo día con un concierto desafinado de toses, carraspeos e incluso pequeños ahogos, mi hija pequeña con sus once años de lucidez a cuestas, se me plantó de frente y me dijo: “Amá, no quiero que te mueras” (angelico) “así que te propongo un pacto: si tú dejas de fumar yo te prometo que no fumaré nunca”. Touchèe!

Porque yo a mis hijas me las he tomado siempre muy en serio, ya sabía –por experiencia con la mayor- que cuando decían una cosa iba a misa, que no se andaban por las ramas con sus deseos, aseveraciones o planteamientos; así que me tiré un par de días hurgando en mi mente en busca de razones para seguir fumando mientras que la inteligencia que anida en el corazón mandaba sin cesar sus pitidos de alarma. Vamos, que yo quería seguir fumando porque me gustaba mucho –a qué fumador no le gusta fumar-, pero me hallaba frente a un dilema (que también era un poco chantaje emocional, qué duda cabe) de difícil solución.

Se lo comenté a un amigo y éste, en vez de darme su opinión o un consejo adulto (y adulterado) se metió en la primera librería que nos salió al paso y se gastó 6€ en un librito que estaba muy de moda por aquel entonces, uno que te prometía dejar de fumar con facilidad tan sólo con que supieras cómo hacerlo; Allen Carr el autor, un visionario que falleció de cáncer de pulmón, el paradigma de la paradoja…

Era viernes (eso no se me olvida) y lo empecé a leer esa misma noche. El domingo por la tarde, justo después de la merienda, fumé el último cigarrillo de mi vida, (espero). De eso hace ya catorce años y no ha habido un solo día desde entonces en que no me haya ALEGRADO de haber tomado aquella determinación.

A mí me parece muy bien que la gente fume al igual que me parece muy bien cualquier acto que reafirme nuestra libertad como individuos siempre que no machaquemos con esa libertad a nadie. Tan sólo me he acordado de este tema cuando veo alrededor a algunas personas que llevan AÑOS intentando dejar de fumar, como con un amor de “ni contigo ni sin ti”, pasando por paliativos, parches, cigarrillos electrónicos, tratamientos peregrinos y demás etcéteras, sin conseguir la meta que –supuestamente- persiguen: dejar de fumar.

Digo yo que será porque les falta la auténtica motivación para dejarlo, como la que yo tuve con la promesa que me hizo mi hija pequeña que, como no podía ser de otra manera, ha cumplido fielmente.

Paradojas de la vida: mi padre me inició en el tabaco y mi hija me sacó de él. Todo queda en familia.

 En fin.

 LaAlquimista

 Por si alguien desea contactar:

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Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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