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Cecilia Casado

A partir de los 50

Ahora que te he perdido te quiero más

 

Esta es una pequeña historia mitad real mitad imaginada. La primera parte corresponde a una situación auténtica que no por pretérita ha perdido su carácter atemporal. Y la segunda parte corresponde a lo que mi imaginación da de sí cuando tengo un rato tranquilo y una página en blanco incitándome a lo que sea. Pongamos que la protagonista soy yo para que nadie se me ofenda; pongamos también que hay telarañas sobre los sentimientos que en su día echaron chispas.

El caso es que érase una vez un hombre en la cuarentena que tenía que reinventarse porque la vida se le había desparramado como cuando un paquete de arroz se cae al suelo. Buscar lo que se dice buscar no buscaba nada –no fuera que encontrase- pero estaba seguro de que algo tenía que cambiar para dejar de ser infeliz. El cambio ansiado –un divorcio- no se atrevía a plantearlo por aquello de no aparecer como el malo de la película; pensaba –tal vez como tantos hombres y mujeres en su misma situación- que “mover ficha” no siempre es necesario, que las cosas suceden aunque uno no lo quiera y que la vida es así y cuatrocientas frases más para justificar su miedo atroz a salir de la “zona de confort” en la que habitaba desde hacía más años de los justificables ante sí mismo.

El caso es que “chico conoce a chica” y suenan mil campanas en el corazón mientras los lepidópteros van dejando huevas allá por donde pillan pringándolo todo de besos y pasión además de colaterales ráfagas de tiros con balín. Nada del otro mundo a fin de cuentas, algo que ocurre cada dos por tres porque el hombre es hombre y sigue teniendo su corazoncito allá donde parecía que no había más que una amasijo de algo requemado.

Nada del otro jueves también el hecho de que las relaciones entre individuos que provienen de parejas descompuestas –en descomposición afectiva quiero decir- se enfrenten a obstáculos dignos de la imaginación de un buen guionista de series de televisión. Se sirven todos los tópicos al uso, tales como el chantaje emocional, (¿cómo vas a abandonarnos?) los reproches (¡con todo lo que te he querido!) y amenazas (¡atente a las consecuencias!); hijos que odian a la nueva pareja, -casi siempre espoleados por el cónyuge agraviado- familiares indiferentes, -no les interesan los líos del familiar-, problemas económicos que nunca existieron, -alquila otro piso, paga pensiones-, todo esto pues, ingredientes de un comistrajo difícil de digerir y que en aras del “nuevo amor” uno se empeña en hacer comestible.

Como lo que no puede ser no puede ser y además es imposible esta pareja que nació ya con las alas cortadas nunca emprendió ningún vuelo. Lo vemos en los animalillos de los documentales de la 2 y nos da un poco de pena pero entendemos que la vida es así y que sólo sobreviven los más fuertes.

Digamos que ella, sintiéndose enamorada y con la ilusión de una nueva oportunidad para la posible felicidad, aguantó un rato largo, pero viendo que las aguas se estancaban decidió seguir en sus ya conocidas –y controlables- aguas turbulentas e hizo lo que hacen tantas personas cuando quieren romper con la pareja (un viejo truco): hacer que ésta se enfade y salga huyendo –buscando su espacio, se dice eufemísticamente- y así la responsabilidad se diluye y ya no se sabe quién hizo qué ni cuándo ni por qué.

Con demasiada frecuencia creemos que las gentes están ahí para servir a nuestros intereses, aunque estos sean tan loables como los amatorios. Es lo que nos ha enseñado la sociedad, que la mujer tiene que tener mucho aguante, esperar al hombre, “guardar las ausencias” –que se decía cuando el novio se te iba a la mili- o, simplemente aguantar carros y carretas con la esperanza de un happy end.

Pues ella dijo: no.

Desde entonces él le escribe poemas en papeles que se lleva el viento, desde entonces él rumia su soledad por las esquinas de los bares sin mirar a las mujeres que le sonríen, quizás pensando que todas serán infieles y arteras, inconstantes y livianas, incapaces de amar como está mandado. También desde entonces él la quiere mucho más porque sabe que la ha perdido de manera irreversible y ahí encuentra su alivio: no la tiene, no, pero tampoco tiene que cargar con ella.

En fin.

LaAlquimista

*¿Alguna historia frustrada que compartir?

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


mayo 2016
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