¡Cinco años ya! Como un suspiro más cargado de poesía que de futuro han pasado cinco años, -cinco- que me obligan a mirarme las manos ahora en vez de echar la vista atrás y hacer un “resumen de la jugada” con la pizca justa de rabia y nostalgia mezcladas.
Me da igual qué ha pasado en este último lustro y no quiero volver a machacarme el alma con la maldita hemeroteca de latrocinio e indignidad que ha asolado mi país por todos los frentes. De norte a sur y de izquierda a derecha nos han fustigado malos vientos; la vergüenza se respira en el ambiente y ya no sé qué decirles a mis hijas.
Tengo la inmensa suerte de que ellas, dos mujeres suficientemente preparadas, inteligentes profesionales de lo suyo, han seguido su camino fuera de las fronteras de este viejo país sin cargar el equipaje con lágrimas de nostalgia. Es lo que tiene ser joven, que todavía no se ha llorado lo suficiente.
El mundo es de los jóvenes y lo están construyendo lejos de aquí, donde nos hemos quedado abandonados a nuestra suerte, zarandeados por los vendedores de humo que se aprovechan de los rescoldos utópicos que nos anidan a los mayores de cincuenta años y a la bendita ingenuidad de los menores de treinta y cinco.
¿Qué hemos hecho en esto últimos cinco años quienes salimos el “15-M” a las calles, plazas y foros con el puño en alto y la indignación por bandera?
¿En qué hemos invertido sesenta meses de nuestras vidas? ¿Hemos movido un dedo tan siquiera por mejorar nuestro pequeño mundo?
Hace cinco años comenzó la “indignación” como si fuera una moda; de aquella primavera vinieron estos refugiados, esta indignidad de miles de muertos, esta hambre de justicia y esta sed de solidaridad. Pedíamos un mundo más habitable, con menos ladrones y más gente honesta y nos hemos quedado predicando en algún lejano oasis del inmenso desierto de las arenas del dolor de muchos gracias a la maldad de unos pocos.
No es mi deseo hablar de política sino de humanidad.
Y siento que mi discurso se ha empobrecido, que me faltan las palabras a medida que me sobran las lágrimas. Por lo mío y por lo nuestro, por los sueños pisoteados, por la esperanza malgastada, por la razón violada. Por lo cercano y por lo que está lejos, por mi guerra y por la de todos, por mirar hacia otro lado cuando lo tengo todo delante de mis narices y tomo conciencia de que lo que tengo que hacer no es precisamente lo que he hecho hasta ahora.
De moda está la autocrítica; de moda…para quedar bien de cara a la galería y seguir haciendo lo mismo con una pequeña aureola de “buenismo” de tres al cuarto. No sé; tengo la sensación de que hoy estoy más indignada todavía que hace cinco años…
En fin.
LaAlquimista
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