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Cecilia Casado

A partir de los 50

!Que no quiero gulas, coño!

            

Si es que le ponen a una de mal humor, de verdad, que no hay derecho. Pues nada, lo de todos los años por estas fechas, que llega San Sebastián y la fiesta donostiarra por excelencia y me toca –una vez más- explicar a diestro y siniestro por qué no quiero ingerir (ni mucho menos pagar) ese triste remedo de las exquisitas angulas de mi infancia y juventud. “Es que las tradiciones son sagradas” –ah, pues entonces, ponme angulas de verdad, que haberlas, haylas- no me venga nadie intentando que acepte el auto-engaño.

Los tiempos cambian y las tradiciones o se renuevan o se mueren. Y esta de la que hablo debería enterrarse aunque esté agonizante. No me parece de recibo pagar por una pasta de pescado (eso sí, de diseño, oyes, que hasta el lomito negro y los ojos les pintan) el nada despreciable precio de entre 25 y 40€/kg. –dependiendo del fabricante-. ¡Pero bueno! ¡Estamos tontos o qué! ¿A quién queremos engañar más que a nosotros mismos?

A ver, que entiendo que la juventud, que no ha conocido las angulas, -que para quien no lo sepa son las crías de las anguilas que, curiosamente, al nacer son todas hembras y luego algunas cambian de sexo- se atreva a meterse entre pecho y espalda cualquier sucedáneo de lo que sea mientras se lo presenten atractivo y con un sabor medianamente decente. Pero nosotros… los que hemos catado las angulas de toda la vida, los que hemos disfrutado durante años y años y años del delicioso “crus crus” que hacían en la boca mientras poníamos los ojos en blanco y dábamos gracias a todos los dioses por podérnoslo permitir… Venga hombre, que es ridículo y patético engañarse a uno mismo de esa manera.

Quiero llevarme a la boca (y al estómago) los alimentos naturales que no hayan sido defenestrados por los japoneses –o los listos de turno que decidan acapararlos-. El día que el jamón de verdad –ese que proviene de las patas del cerdo- deje de comercializarse porque lo tienen todo reservado para hacer la vacuna contra el cáncer (por decir una estupidez más), dejaré de comer jamón tranquilamente. Pero lo que no haré será ingerir un invento hecho con pasta comestible, coloreado y aromatizado y diseñado para “parecer” jamón.

Nos acostumbramos demasiado fácil a que las cosas no sean lo que deben ser y a aceptarlo como si lo fueran. Acabaremos creyendo que el menú de gala por excelencia se compone de huevas de no sé qué pescado (parecidas al caviar), palitos rojos de pasta de pescado (que saben “igual” que la chatka rusa original que es un cangrejo riquísimo), gulas con label de calidad (in memoriam de las angulas de toda la vida) y de plato fuerte chuletón de tofu (porque no quedarán bueyes ni vacas) todo regado con vino sin alcohol y champagne sin burbujitas. Me niego.

Se empieza así y se acaba aceptando que da igual tener valores humanos que una conciencia retocada con photoshop.
Así que, lo dicho. Ya vendrán los tiempos en que nada sea lo que fue, pero de momento déjame disfrutar de lo auténtico que nos queda.

En fin.

LaAlquimista

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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