El 8 de Marzo ya está institucionalizado, seguro que hay un presupuesto para hacer algo especial este día y quedar bien. Alguien (una mujer preferiblemente) dará una conferencia y nos recordará el camino recorrido desde el atraso de antes a los avances de ahora; en los rotativos (¿se siguen llamando así?) importantes escribirán –por encargo- sesudas plumas comprometidas para que no se diga y en la televisión pública habrá una reseña al final del telediario (o no). En la privada un programa extra de relatos de vejaciones y abusos contra la mujer por parte de su compañero el hombre. Lo de todos los años.
Pero yo me niego a celebrarlo haciendo “una comida o una cena de mujeres” para que se vea que seguimos pisando fuerte las de siempre, que no dejamos pasar la fecha ni la oportunidad de decir “este es mi día y lo celebro”. Que no me da la gana.
Prefiero explicarle a “la mujer trabajadora” venida del cono sur –que ha dejado allí a sus hijos y (casi siempre) a un marido holgazán o invisible- que pierde su dignidad trabajando cincuenta horas a la semana bajo manga para que sus hijos –a los que no verá en dos o tres años- puedan comprarse zapatillas de marca y montar en moto, además de comer caliente cada día por supuesto.
Prefiero explicarle a “la mujer trabajadora” que viene con visa de turista para esconderse en nuestro “mercado laboral” cuando pasan los tres meses preceptivos, que esta es una sociedad hipócrita que con una mano firma manifiestos a favor de la igualdad de la mujer y con la otra contrata sirvientas sin asegurarlas para ahorrarse cuatro perras o retiene pasaportes para que sean amortizados con prestaciones indignas.
Prefiero explicarles (otra vez) a mis hijas que he pasado toda mi vida laboral peleando porque “a igual trabajo, igual remuneración” sin conseguir más que enemistades masculinas, dolores de cabeza y decepciones sin cuento.
Nací en una sociedad en la que la mujer tenía menos oportunidades que el hombre, crecí constatándolo año tras año y sigo viviendo en una sociedad que nos deja pelearnos –a las mujeres trabajadoras- por las monedas de céntimo que lanzan al aire los que mueven los hilos. Aunque se cumplan las cuotas, eso sí. Que celebren ellos que tienen economato.
En fin.
LaAlquimista