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Cecilia Casado

A partir de los 50

No sin mi ginecólogo

 

 

 

El otro día acudí a mi última cita contigo. Después de treinta y siete años –que se dice pronto- he sido fiel a tu bien hacer y a la ayuda profesional y humana que, una vez al año como mínimo, recibía en tu consulta.

Eras un chaval cuando te ví por primera vez; Doctor en Medicina, pero un chaval. Y yo con mi primer embarazo no estaba doctorada en nada, era una aprendiza de la vida y tú me sonreiste –mira que eras guapo- y me dijiste algo así como: “tranquila, ya verás qué bien sale todo”. Y tenías razón. A los pocos meses me ayudaste a traer al mundo a mi primera hija, un parto inusual por lo poco acostumbrado: con música en el paritorio, mi esposo a mi lado (entonces no era habitual que permitieran a los hombres estar al lado de la parturienta) con la cámara de fotos analógica en las manos, obteniendo un documento gráfico del alumbramiento que me ha confortado en los malos momentos de mi vida y alegrado hasta el infinito en los buenos.

Allí estás tú, en las fotos, tarareando la musiquita y animándome al jadeo de moda en la época: un parto “sin dolor” se le decía, nada de sedación ni epidural que valga, preparada e ilusionada, fuerte, joven, feliz. A ti se te ve muy concentrado en tu tarea y a mí con la mayor cara de felicidad que he tenido en mi vida. Mi bebé, mi hijita adorada, mi Xixili, vio tu rostro antes que a nadie al llegar a este mundo. Y ahí estamos tú y yo –tú ofreciéndome el regalo de la vida para que lo tome entre mis manos y yo, abrazando sobre mi pecho a una criatura palpitante que daba forma y sentido a muchos latidos de mi corazón.

Javier Recio, “mi” ginecólogo que se jubila en unos días. El profesional que ha escuchado durante años mis “rollos” en la consulta, que nunca se ha olvidado del nombre de mis dos hijas, que cuidó mis embarazos, que me operó del pecho cuando apareció un “inquilino indeseado” en el mismo. Tenía que haberte llevado un regalo –como en aquellos tiempos- en que a los médicos se les regalaban botellas, cajas de puros y capones por Navidad.

Yo fui a verte con mis manos vacías –siempre pidiendo- y luego nos despedimos con un fuerte abrazo y un GRACIAS con mayúsculas. Después de tantísimos años todavía me preguntaste por mis niñas, por mi nietecita adorada y lejana en lo geográfico. Querías saber si Xixili vive bien en Mexico dedicada a sus labores con los mayas, si en Berlín valoran el arte de Amanda, si –por fin- me he echado novio…

Y luego me dijiste que leías mi blog de vez en cuando, que “alucinabas” con la facilidad con que algunos encadenamos palabras y yo pensé: ya está, le dedicaré un post en mi blog y…¡mira tú por donde! Justo el día en que lo tengo preparado voy y me encuentro que estás en primera página de El Diario Vasco, con tu sonrisa de guapo de siempre, recibiendo el reconocimiento de toda una vida de labor profesional hacia las mujeres enfermas, hacia las mujeres con problemas en las mamas a quienes te dedicaste con entrega verdadera desde que dejaste de atender partos.

Sé de muchas –y cercanas- que han pasado por tus manos, por tu consulta llena de empatía, esperanza, buenos modos y mejores palabras. Así que, querido Javier, jubílate con la alegría y la satisfacción del deber cumplido. Siéntete orgulloso de haberlo hecho más que bien, de haber ayudado con tu trabajo a la esperanza de tantas mujeres con un cáncer de mama, sé consciente de cuántas vidas habéis salvado, tú y tu equipo.

Por todo ello, GRACIAS con mayúsculas.

Y que ahora empieza “lo bueno”, Javier, que ha llegado el momento de pensar un poco más en uno mismo, que se acabaron los desvelos y los horarios maratonianos, que ahora la vida se presenta desnuda de afanes profesionales y comienza a mostrarse como es: sencilla, acogedora, ilusionada todavía.

Ahora es el momento de mirar al espejo y verte tú mismo, -vernos todos en lo que somos cuando nos jubilamos- y a la familia y a los amigos y al mundo que está ahí fuera esperando que le digamos con una sonrisa –la de siempre- que estamos contentos de estar vivos y felices de poderlo compartir.

La Vie est belle!

LaAlquimista

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 Por si alguien desea contactar:

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Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


diciembre 2016
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