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Cecilia Casado

A partir de los 50

Busca un afán para cada día

 

Estoy un poquito harta de que, cuando llega el lunes, tantas personas lo afronten con cara de asco –por tener que ir a trabajar- y hacen chistes malos diciendo que “ya queda menos para el viernes”. Son esos que salen de su casa arrastrando la vida, como si cargaran sobre la espalda el suplicio de Sísifo y van enfadados con el mundo, consigo mismo, con el Universo en general y con alguien con nombre y apellidos en particular. Un desperdicio de gente, de verdad, no sirve más que para contagiar malos rollos a los demás, lo sé por experiencia.

Luego están los otros, la gente que encara la vida con un poco de mejor buen humor, quizás hasta con esperanza, esas personas que trabajan, luchan, se implican, comparten, se activan y reactivan en pos de un sueño –que a veces no va más lejos que llegar al final de cada mes del calendario.

Quizás unos y otros, los del primer párrafo y los del segundo, se “tragan” la vida a grandes bocados, sin saborearla –por llevar tan alta velocidad de crucero que no pueden detenerse en los detalles amables del paisaje vital; quizás no son capaces de diferenciar un día de otro, ni las semanas ni los meses, hasta llegarles a parecer incluso los años iguales entre sí.

Y, claro está, un buen día se echa la vista atrás y tan sólo se divisa un totum revolutum en el que se agolpan de forma promiscua y sin rubor avatares sin tino, fases llenas de luz o de sombras, más llanto que risas, menos reflexión que impulsos… Pero da lo mismo, es lo que llamamos la vida, “nuestra” vida y ahí está, mirándonos con ojos de color sepia y restos cuarteados de todas las ilusiones que un día fueron capaces de anidar en nuestro interior.

Es el momento de la decepción e incluso del abatimiento; de la depresión o las ganas de “tirar la toalla” y dedicarse a mirar la televisión como si fuera el oráculo de Delfos; suele ser el momento de no ver horizontes sino puertas cerradas, el instante de sentir que la vida ha pasado demasiado deprisa, que los años vuelan, y el tiempo, y los amores, y los hijos, y uno se aturde de pensar que debería pararse a pensar pero que le duele demasiado la cabeza o las articulaciones o tiene muy alta la tensión como para fijarse en lo que se ha dejado olvidado en las revueltas del camino sin remedio ni posibilidad alguna de volverlo a hallar.

Para que no ocurra lo citado, para que la vida no sea una mazamorra de esfuerzo y cansancio, no hay muchas soluciones prácticas; si acaso, alguna personal e intransferible que colma los deseos del individuo que las lleva a cabo: ganar mucho dinero, destacar sobre los demás, preservar el narcisismo o incluso “tener hijos para el Cielo” como decía el Catecismo.

Mi truco, más viejo que el hilo negro, consiste en dotarle a cada día de un pequeño afán. Hoy, lunes, voy a ordenar mi casa interior un poquito más. Lo he decidido esta misma mañana al despertarme, he sentido que no me conviene seguir en la molicie festiva, que ya va siendo hora de ponerme otra vez las pilas. Mañana, martes, si no me cae una teja encima, voy a trabajar con el Círculo de Mujeres, y el miércoles y el resto de la semana sigue siendo “ciencia ficción” pero procuraré, cada día, al abrir los ojos, inventar un nuevo afán –por pequeño que sea- que me mueva y me dé fuerzas para vivir con alegría.

Que para agonías y agoreros y rancios y tristes ya hay bastantes personas por ahí sueltas que se creen que la vida de los demás tiene que estar tan vacía de contenido como la suya propia. Que la gente desea al prójimo que le vayan bien las cosas, pero en el fondo –y ya basta de engañarse-lo que le gustaría es que nadie estuviera más sano, ni más feliz, ni con más dinero que ellos. A esos, ni agua.

En fin.

LaAlquimista

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* Por cierto, querido papá, no olvido que hoy es el aniversario de tu partida, pero estoy metida en estos líos de seguir buscándole sentido a todo, así que dame un margen y te escribo un día de estos, aunque ya sabes que sigues en mi corazón desde tu “estrellita cariñosa”.

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


enero 2017
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