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Cecilia Casado

A partir de los 50

A vueltas con la maternidad

 

 

Ya vale de dar la tabarra con la maternidad.

Está claro que aquí el que no corre, vuela. Estando como está el cotarro patrio atiborrado de polvo, suciedad y telarañas, los que se estrujan las meninges para sacar dinero de debajo de las piedras han decidido ahora que el tema de moda es hablar de la maternidad. De sus filias y sus fobias, siempre de boca –o pluma- de señoras a las que, las más de las veces, no las conocen más que en su casa a la hora de comer.

¿De verdad es tema sabrosón saber qué opinamos las mujeres de la maternidad? Digamos más bien, que lo que vende es poner a parir los mitos y tópicos y defenestrar el más que mal llamado “instinto maternal”. Es que no le veo ni la gracia ni el interés, de verdad.

Una, que es madre por partida doble, me llevo las manos a la cabeza escuchando o leyendo a esa “liberadas” que deciden sincerarse y confesar a quien les paga por ello que lo de la maternidad no es tan bonito como nos habían contado. ¡Vaya lucidez! Como si la vida –y todas sus situaciones y vicisitudes- no estuvieran llenas de contradicciones, controversias, luces y sombras y sus más y sus menos.

Pero lo que me fastidia del tema es el hecho de que las mujeres que han tenido hijos –deseándolos o no, voluntariamente o a la fuerza, con ilusión o por “accidente”- se permitan el dislate de hablar de ello como si fuera un tema de debate ecuménico, como si para los demás fuese de vital importancia conocer al dedillo el retorcido y emocionalmente proceloso proceso de su maternidad infelizmente asumida.

Porque no sé si se dan cuenta esas mujeres –y quienes las jalean- que hay “daños colaterales” muy profundos. ¿Cómo, quiénes? Pues los hijos que han tenido esas señoras a trancas y barrancas que, de repente –o el día de mañana- van a encontrarse con que la madre que los parió es una insensible que ha vendido su embarazo, parto, crianza y demás al mejor postor.

Nunca olvidaré la angustia con que, hace ya muchos años, una mujer amiga me contó el trauma de su vida, que consistía en que, siendo adolescente, su propia madre le había confesado que su embarazo no había sido deseado y que como no podía abortar en una clínica se había dedicado a saltar desde la mesa de la cocina con violencia por ver si la naturaleza hacía su trabajo y le libraba de ese feto que, con dieciséis años ya, estaba llorando como loca ante la absurda y cruel confesión de su propia madre.

Todos –y todas- sabemos que han existido y seguirán existiendo hijos no deseados. Vale, de acuerdo. Pero si han nacido, si los hemos acunado, si a fin de cuentas, se les ha aceptado… ¿a qué viene ahora la moda esta de empezar a decir que la maternidad lleva a tales o cuáles frustraciones?

No lo soporto, de verdad, y ya he tenido un par de diferencias con madres que reniegan de la maternidad en general y que luego dicen que aman a sus hijos mogollón en particular. Pues no me lo creo, fíjate lo que te digo. Porque, ojo, madres “malas” o desnaturalizadas ha habido siempre y las seguirá habiendo. Soy de las personas que creen que demasiadas mujeres no deberían haber tenido hijos nunca; por ser incapaces de amar a nadie en esta vida o por demostrar un egoismo exacerbado. Pero esas mujeres, esas “malas madres” pueden ser la tuya, la mía, la de cualquiera…y aunque a ellas les hace justicia y las pone en su sitio, a los hijos que tuvieron les puede amargar la vida.

La mujer que encara la maternidad como una carrera de obstáculos, como el paso obligado por una renuncia vital, la que siente que ser madre le va a negar la felicidad que vislumbra por otra esquina de su vida, ésa, digo e insisto, es una inconsciente que no sabe ni lo que hace –o ha hecho- ni de lo que habla (sobre todo si le pagan por hablar).

Ser madre es algo tan natural como no serlo. Opción elegida o realidad asumida, tanto da. Si has tenido un hijo –en esta sociedad occidental- todos vamos a entender que es porque has querido; así que no nos cuentes aquí lo mal que te ha ido, lo frustrada que te sientes por perder la juventud, los retos profesionales, la paciencia, el sueño o la talla 38.

Yo me pregunto qué sentirán los hijos de esas “contestatarias” el día de mañana, cuando lean las confesiones inconfesables de sus señoras madres. Lo que está claro es que a ellas, les importa bien poco…

En fin.

LaAlquimista

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Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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