Cuando escribo este blog con el corazón en la punta de los dedos siento como si una tenue música saliera de mi interior ya que susurrar sobre la pantalla las emociones es algo tan íntimo como escribirlas a la luz de una vela acariciando con una pluma la hoja de un diario personal. Porque hay sentires que no cambian aunque el estruendo de la tecnología ahogue el murmullo de la fuente clara en un rincón del bosque.
Decir las palabras y que éstas lleguen, colándose por los vericuetos del alma, sorteando barrancos emocionales, bajando a los valles donde se vierte el desencanto para seguir su camino imparable hasta el mar que todo lo abarca, que todo lo engulle y resurgir, la palabra, de entre las aguas revueltas de toda una vida como una gota, tan sólo una gota, de poesía… es el regalo de una magia que hay que saber percibir.
Estamos destrozando el mundo a mayor velocidad de la que saben medir los científicos; lo destruimos cada día cuando amparamos bajo nuestras alas la vulgaridad y damos carta de naturaleza a todo lo que es superficial, vacuo, inane y absurdo. Hemos puesto patas arriba la escala de valores que algún día lejano alguien susurró en nuestro oído y trastocado la emoción del reto por vivir cambiándola por la obsesión del reto por tener más y más cosas.
En el camino se han perdido casi sin que nos diéramos cuenta la sonrisa del niño que habita en nosotros, la ilusión de aquellos jóvenes que fuimos por lograr un mundo mejor y toda la poesía que alguna vez –aunque fuera tan sólo una- surgió de un corazón enamorado al que escuchamos latir desde la primera fila.
Quisiera poder retener algo de lo que fue importante para mí; hay una pelea que no cesa con el ruido, lo burdo inoculado en vena, la canalla que vocifera al paso de lo que no comprende. Ser vulgar y alardear de ello, como la hiena que pretendiera fuera música su risa, así andamos ahora apelotonados unos con otros, cada vez más iguales o menos diferentes, arrancándonos las insignias que alguna vez prendimos con orgullo en el corazón.
Entonces alguien enciende una luz y nos avisa de que hay una grieta por la que escapar.
Las “Bellas Artes” no han muerto, siguen vivas, jamás enfermas ni contaminadas, han resistido desde la época de aquellos griegos antiguos que idearon el fundamento de toda una forma de vida social que aún sigue en pie. De todas ellas, la declamación –que incluye la poesía- ha pasado a habitar los salones privados del palacio donde son “cortesanas” todas las demás, ha conseguido preservar la pureza intrínseca porque es el vate poeta y adivino a la vez de las emociones humanas que todos sienten y tan sólo los privilegiados –como alquimistas sagrados- pueden convertir en palabras.
Demos hoy un pequeño paseo por la poesía, esa fuente de eterna juventud del alma.
DETRÁS DE LA PARED NO HAY NADA
La frase me asustó en mitad de la noche y me desperté;
después me alertó, y pude al final del día comprender
que “Detrás de la pared no había nada”.
Cuando vives el presente te olvidas de la pared.
No dejes en manos del tiempo y del miedo
lo que la vida te concede a cada instante.
Marian Fernández López “Todavía la luz”. Poemario.
Editorial Punto Rojo.
Mi agradecimiento personal a Marian como ejemplo de que la vida tiene caminos y puentes por los que se puede transitar en soledad y seguir siendo felices.
LaAlquimista
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** Gustav Klimt. “Poesía”