Conozco a un tipo que, cincuentón y divorciado, se quejaba amargamente de llevar sin mantener relaciones sexuales desde hace más de dos años. Cansado de antemano de imaginar el desgaste de salir a ligar a su edad –con lo bien que se está en casita viendo la tele-, y con un sentido del pudor exacerbado, se quejaba, digo, en la sobremesa cargada de humo y alcohol de una cena de amigotas y amigotes, de llevar todo ese tiempo sin “mojar” (sic).
Entre la algarabía general que provocó su exabrupto se oyeron voces que propugnaban por “pagar y punto”; un graciosillo le aconsejó que fuera a los bailes de la Casa de Cultura para los mayores de 55, pero el tono general se decantó por animarle a apuntarse a un buscador de Internet, esos en los que –previo pago también, por supuesto- puedes contactar con maravillosas mujeres jóvenes y dispuestas a hacer las delicias de un cincuentón “con posibles y con fines serios”.
De una cosa se pasó a otra y pronto salió a colación el caso de Nicolás, el de la tienda de la alameda, que se trajo una rusa despampanante hace unos meses y con ella va, arriba y abajo, contoneando ella su trasero y él su virilidad. Nadie le da más que una docena de telediarios a la relación esa porque acordaos –dijo uno- de lo que le pasó a Antonio con la cubana, tres años, matrimonio, divorcio y depresión y también está lo del hermano de Patxi, el que vivía en Alemania que se quedó viudo y a los seis meses apareció unas Navidades con una mujer treinta años más joven que él colgada del brazo y para Semana Santa se había vuelto a quedar solo. Y entre risas y pacharán se hizo burla y escarnio del pobre divorciado que llevaba dos años en “dique seco”.
Pocas mujeres estábamos aquella noche compartiendo el desmadre gastronómico/festivo, pero una dijo (¿o fui yo?) que el amor llega cuando tiene que llegar y que probablemente X encontraría a alguna mujer madurita con la que avenirse tan ricamente para esos u otros menesteres. Que también hay muchas mujeres de cincuenta años –más o menos- divorciadas, deseando encontrar una nueva pareja para el tema del revolcón (e ir al cine de vez en cuando). Gritos. Protestas. Aporreamiento de mesas y sillas.
-No, no, no… -decía el interfecto- que ahora que estoy libre no voy a irme con una “abuela” …¡ yo quiero una mujer que, como máximo, tenga cuarenta años…!
Si es que son como niños, angelicos, se merecen todo lo que les pasa…
En fin.
LaAlquimista
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