Desde el pueblecito de “mi otro mar” en el que recalo en verano hasta la gran urbe hay menos de dos horas en tren, así que la tentación es grande y la disfruto sin recato. A pesar de todo lo que se dice y lo que no se dice últimamente del overbooking que sufre, pensé tontamente que, total, un visitante más no se iba a notar demasiado….
El viajero que llegue por primera vez a Barcelona se sentirá envuelto en el mismo halo especial que circunda a las “grandes”: París, Londres, Roma, Praga. Es esa especie de burbuja invisible –pero real- que envuelve a la misma muchedumbre que saca fotos compulsivamente, al idéntico rebaño detrás del paraguas de su pastor, como un imán todos atraídos a las mismas calles, los mismos edificios y monumentos. Gaudí y el Barça, los grandes artífices de la invasión barcelonesa; poco más para el visitante ocasional, ese que dispone tan sólo de unas horas –o como mucho unos días- para verlo “todo”.
Barcelona se engalana como enseña deportista, política y turística. Que vengan cuantos más mejor aunque luego hayan de quejarse en el foro pertinente. Morir de éxito creo que se le llama a eso.
Cien veces visitado un lugar –como es mi caso- el placer se vuelve recóndito, exquisito. Pasear por las Ramblas o entrar al famoso mercado –casi de cartón piedra- que en ellas se ubica es una peregrinación sin redención al final del camino. Porque no es lo mismo –aunque parezca igual- recalar una vez en la vida en esta ciudad maravillosa que visitarla todos los años, como turista, eso sí, pero con el espíritu de quien pasea “por casa” y no por un lugar rutilantemente desconocido.
Yo también vivo durante casi todo el año en una ciudad muy visitada donde ya es habitual encontrar turistas en todas las páginas del calendario… y en todas las esquinas. Pero no he sentido (todavía) que me invadan, que me molesten en el sentido estricto de la palabra. Sin embargo, en mi última visita a Barcelona, me sentí incómoda formando parte de una marabunta que los autóctonos, los que pagan allí sus impuestos y mantienen con su esfuerzo la ciudad hermosa, bella y casi siempre limpia, seguramente miran con recelo cuando no con franco rechazo.
Que el turismo es bueno para la economía y uno de los ejes vitales para dar de comer al ciudadano de a pie no voy a discutirlo aunque yo no haya tenido nunca nada que ver con el gremio de la hostelería ni ponga mi vivienda habitual en alquiler para sacarme unos jugosos dineros cuando la demanda así lo permite.
Tan sólo puedo contar aquí que me sentí arrastrada por la turba, despersonalizada yendo en la misma dirección que todos los demás y –por qué no decirlo también- fastidiada por haber caído en mi propia trampa; toda la vida peleando por ser “viajera” en vez de turista y voy a acabar en la misma balsa estancada que tanto denosté en otros tiempos.
Barcelona en mi recuerdo de hace cuarenta años cuando me llevaron de la mano a un garito inefable de la calle Lancaster en pleno Barrio Chino que me erizó los vellos de puro miedo transgresor a la Barcelona de ayer mismo cruzando la Plaza de Catalunya entre palomas y policías con igual temblor en la parte de atrás del cerebro. Barcelona en mi recuerdo de algunos sábados por la tarde merendando en una granja de azulejos blancos del Nou de la Rambla y el bar sin gracia alguna del mismísimo Paseo de Gracia donde me tomé un triste cortado a precio de chocolate vienés antes de dedicarle un guiño –o corte de mangas- a la Casa Batlló cuya entrada cuesta hoy un 20% más que la entrada al Palacio de Versalles y correr al subterráneo para agarrar el tren que me lleva de vuelta a casa, al silencio aburrido y carente de interés de un lugar donde todavía puedo ver mi figura en el espejo en vez de una muchedumbre que corre hacia algún lado con el móvil en la mano.
En realidad no sé muy bien qué he querido expresar con mis palabras; el disgusto o el malestar o la constatación de que criticamos al turista despersonalizado y acabamos haciendo lo mismo que él… No sé, tengo dudas… pero volví a Barcelona, visité el Palau Güell sin agobio alguno, comí en la vieja posada del Senyor Parellada y me relajé un rato en la encantadora cafetería del Palau.
Aunque creo que lo mejor del día fue la compañía…
En fin.
LaAlquimista
https://www.facebook.com/laalquimistaapartirdelos50
Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com